«Saldrá por la puerta principal, como Dios manda», comentaba en un corrillo uno de los portadores de la Virgen del Carmen. Y así fue. La imagen de Nuestra Señora del Monte Carmelo salió ayer, para sorpresa de la mayoría que la esperaba junto a la entrada lateral, por la puerta grande de la iglesia de Sant Elm.
Antes, a las siete como estaba previsto, se inició la celebración de la eucaristía en honor a la Virgen de los mares, que presidió el Obispo de la diócesis de Ibiza y Formentera, Vicente Juan Segura, y a la que asistieron el presidente del Consell Insular, Vicent Torres, la consellera de Interior, Marta Díaz, el conseller Gonzalo Juan, las concejalas del ayuntamiento de Vila, Carmen Boned, Montse García y Rosa Rubio y el senador Santiago Marí, además de autoridades de la Armada.
El Cor Ciutat d'Eivissa acompañó de forma magistral la celebración, que abrieron con el Ave María de Caccini y cerraron con la Salve Marinera. El mecer de los abanicos acompañó también la ceremonia.
El obispo invitó en su homilía a «buscar en la Virgen de los mares orientación y consuelo» y a recibirla como «una potente luz» que sirva de ejemplo para seguir a Cristo. Así mismo recordó la gran devoción que existe en las Pitiusas por esta advocación de la Virgen que se celebra en siete lugares de Ibiza y dos de Formentera.
Mientras el párroco don José agradecía a todos los presentes su asistencia y al obispo por haber ayudado a que se remodelara el techo de la iglesia y se instalara una plataforma que facilita el acceso a las personas con minusvalías, ya se oía a la Agrupación Musical del Sant Cristo Yacente que tapaba la voz del sacerdote.
Los cofrades se preparaban para sacar a hombros la imagen de la Virgen. Todos hermanos de las cofradías del Cristo Yacente y de la Piedad. Uno de ellos, descalzo y con un cordel anudado al cinturón, comentaba que lleva 30 años saliendo así por una promesa. «Todos tenemos algo...es devoción», decía éste, «más que devoción es cariño», comentaba a su lado otro portapasos.
El pasillo de bancos se abrió para que la Virgen fuera recibida por la puerta principal, «como Dios manda». La banda, que esperaba junto a la calle de Sant Elm, en la puerta lateral, se recolocó para marcar el paso detrás de la patrona de la gente de mar. Una muchedumbre se agolpaba en la calle de Josep Verdera, muchos móvil en mano para inmortalizar el momento.
A su entrada a la calle de la Mare de Déu, el roce de uno de los adornos de la calle tumbó la corona de la Virgen. Enseguida, el cofrade de la promesa subió a la plataforma sobre la que se porta la imagen y la recolocó, plantándole un beso en la mejilla y despertando el aplauso de la concurrencia.
La procesión rodeó la carpa de la exposición sobre el Guernica en la plaza de la Riba y subió a la Virgen del Carmen al Musón 1º, por segunda ocasión en la historia de la embarcación. Le esperaban pequeñas embarcaciones pesqueras, veleros engalanados y lanchas de goma para surcar las olas junto a Santa María y honrarla con el estruendo de sus bocinas.
Con el sonido de metales y tambores de la banda, que estaba en el ferri Mediterrane se hizo la ofrenda de una corona que se lanzó al mar antes de partir rumbo a Sant Elm para despedir a la Virgen con la Salve Marinera.