Mónica confiesa que jamas pensó estudiar algo que tuviera que ver con el mundo sanitario. «Me desmayaba sólo al entrar en el hospital. Tenía fobia. Iba a ver a mi madre a la planta y no era capaz de estar en la planta ni cinco minutos», recuerda cuando visitaba a su madre que trabajaba como auxiliar de Enfermería en Can Misses.
¿Cómo fue estudiar Enfermería pese a su fobia al mundo hospitalario?
—Empecé a trabajar con un pediatra, Eladio Merino, con el que mi madre trabajaba, y después con un dentista, el doctor Mayans. Hice auxiliar de Enfermería y me empecé a meter en el mundo sanitario. Estuve diez años en la UCI de Can Misses y ya como enfermera estuve en Epidemiología, Urgencias, Quirófano y en Pediatría de Atención Primaria.
Y trabajando de auxiliar pasa a estudiar Enfermería.
—Fue todo una casualidad. El padre de mi hija es enfermero y yo dije que quería estudiar Enfermería. Nos fuimos a Valencia porque él es de allí. Me quedé embarazada de mi hija, fue un poco de riesgo y no pude estudiar. Me presenté a los exámenes pero no había podido estudiar en la academia y suspendí una de las pruebas. Volvimos a Ibiza y cuando mi hija era muy bebé decidí que quería retomarlo.
¿Y se puso a estudiar en Ibiza?
—Sí, pero como mi hija era muy bebé llegué tarde a la inscripción de la prueba de acceso y me aconsejaron que me matriculara de un ciclo superior para después acceder a Enfermería. Hice un ciclo superior, soy técnico de medio ambiente, y luego accedí a la carrera.
¿Cómo lo compaginaba?
—Con dos hijos (risas). Cuando empecé a estudiar trabajaba en la UCI y tenía un niño de ocho años en ese momento y una hija de casi dos. Trabajaba y estudiaba, fue complicado, pero tenía muy claro que quería estudiar Enfermería y que mi tiempo era oro. Era muy constante, hice la carrera en tres años pero adelanté asignaturas.
¿Cuál fue su primer destino como enfermera?
—Un 30 de junio acabé en Hemodiálisis como auxiliar y el 1 de julio empecé en Urgencias de noche. Estaba asustadísima. Fue duro el inicio porque estaba en una zona que no había más enfermeros. No dormía. La suerte que tuve es que tenía compañeros increíbles que los tenía cerca y me ayudaban.
¿Cómo recuerda esa primera noche en Urgencias?
—Pensé que no iba a ser capaz, con esa responsabilidad de tener a esos pacientes a mi cargo, de asumir la medicación, los cuidados y de enfrentarme a ello. Pero cuando llegué allí era como si llevara mucho tiempo, empecé a asumirlo y a organizarlo. Siempre tenía ese miedo, que tenemos todos los enfermeros, de si sabré actuar si pasa algo. Estuve poco tiempo pero fue bien.
¿Dónde fue después a trabajar?
—Primero a Epidemiología y cuando se abrió el Centro de Salud de Sant Jordi me fui a Pediatría con la doctora Lola Alcántara; después a Vila, pasé un año en Quirófano, me fui a Sant Antoni a la atención a adultos y luego me vine a Sant Josep, estuve primero puntualmente en adultos y luego en Pediatría.
Su carrera profesional está marcada por la atención a niños.
—Sí. Empecé antes de tener la carrera porque estuve en una consulta privada de un pediatra y eso marcó mi línea de trabajo y a lo que me quería dedicar, donde realmente me siento realizada.
Pero ahora da un salto como enfermera gestora de casos.
—Sí, es un salto importante. Creo que estoy preparada para hacerlo y me va a gustar mucho. El rodaje es diferente al que cuando acabé la carrera. Dentro de la enfermera gestora de casos, esta la parcela de Pediatría y me preocupan mucho los niños que son pacientes crónicos complejos. A veces en consulta cuesta gestionar todo esto.
¿Cuál ha sido su mejor experiencia en su etapa de Pediatría?
—Encontrarme con profesionales con mucha humanidad y cuando trabajas en Pediatría eso es muy importante. Para mí ha sido la mejor parte, lo que he aprendido de estos profesionales y de las familias. Con los niños es muy fácil, ellos te lo van a decir, lo que les da miedo y lo que no; sólo tienes que escucharlos.
¿Y la peor experiencia?
—Cuando ha habido algún desenlace fatídico con algún niño. Me sentí bien como enfermera e hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos pero el desenlace no fue el esperado.
¿Recuerda alguna anécdota de su vida profesional?
—Soy bastante despistada para los nombres. Una familia me paró en la calle y me dijo: ‘Mónica, ¿te acuerdas de nosotros? Vistes que la niña tenía un problema y la derivaron'. Ahí ves el agradecimiento de la gente que se acuerda de ti. Ves que los niños no tienen miedo a entrar en mi consulta, me abrazan, se sientan conmigo y hacen las cosas como ellos quieren que se hagan, si no quieren tumbarse en la camilla para ponerle una vacuna que no lo hagan. Intento evitar al máximo el dolor y la separación de sus padres. Cuando tengo que hacerles algo a los niños, sea lo que sea, siempre están los padres. Para mí esa es una de las partes que tenemos que trabajar los profesionales, nuestros pacientes han de estar acompañados por sus seres queridos.
¿A qué se hubiera dedicado si no hubiera sido enfermera?
—No pienso en otra profesión a la que me hubiera querido dedicar si no fuera enfermera. Tengo muy claro que me gusta la enfermería de Pediatría. Dentro de la profesión toco varios ámbitos, estoy en el Colegio de Enfermería y soy profesora asociada de la UIB, y todos me gustan: la gestión, la docencia, la investigación, la formación.
Veo, por lo que cuenta, que echa muchas horas en la Enfermería y no sólo en la consulta.
—Es un trabajo que lo haces con pasión y si no te gusta, se nota, pero en esta y en otras profesiones. Echo muchas horas pero es que a mí no me vale lo que se hizo siempre. Las cosas van cambiando y se van modificando, como la alimentación infantil. Antes los niños empezaban a a tomar cereales a los cuatro meses y ahora no es así. No paro de investigar ni de estudiar pero no me siento cansada sino que forma parte de mi vida, le dedico las horas que quiero y me siento realizada. Vengo feliz a trabajar.
Mencionaba la alimentación infantil, ¿hay mucha intransigencia a los cambios o se aceptan bien?
—Los cambios cuestan y a mí la primera. En nuestra profesión los cambios son constantes, puedes no hacerlos y quedarte con lo que se hacía hace 30 años pero la enfermería ha evolucionando tanto que todo dependerá de la profesional que quieras ser y yo quiero ser una enfermera de la actualidad.
De hecho, ya pueden recetar.
—Bueno, eso lo tengo que decir entre comillas porque no me parece que ha habido tal avance. Tendremos que ver lo que pasa. Hay profesiones como Podología, un grado igual que el nuestro, que tiene la prescripción desde hace muchos años y no están sujetos a protocolos y procedimientos establecidos, como nosotros. Todas las enfermeras de forma autónoma trabajan con medicamentos en su vida diaria y gracias a que lo hacen, avanza la sanidad. Es impensable que una enfermera no pueda poner una vacuna si no ha pasado antes por el médico para que la prescriba. Está capacitada. Es un avance muy cogido con pinzas. Desde 1977 es una profesión universitaria y no tiene mucho sentido que nos hayamos quedado tan atrás en la prescripción.
¿Cómo actúa ante padres reacios a las vacunas y los fármacos?
—Cuando hay familias que no quieren vacunación y/o medicamentos pacto con ellos para intentar ver sus necesidades y tratar de llegar a un acuerdo.