Pablo Bracamonte llegó hace 21 años a Ibiza por una oferta de trabajo que, a día de hoy y junto con su socio Horst Mühlberger, le ha permitido abrir dos inmobiliarias -en Sant Carles y Santa Gertrudis- para vivir de su pasión. Reconoce que ha habido etapas difíciles, como los años de crisis, pero afirma que con esfuerzo y ofreciendo algo más que alquileres y ventas de inmuebles se puede salir adelante. A esto se suma su pasión por la isla porque, aunque es mitad argentino y mitad alemán, domina a la perfección el ibicenco y dice que antes de pisar tierra ya había decidido quedarse. De momento, solo pide que todo se quedé como está ya que BRAM Servicios Inmobiliarios se encuentra, según dice, consolidada y en la mejor época.
¿Cómo surge Bracamonte & Mühlberger Servicios Inmobiliarios?
— Llegué a Ibiza en el año 97 para trabajar en otra inmobiliaria y después de unos años vi que era el momento de abrir una inmobiliaria propia. En realidad llevo trabajando 21 años en el sector, lo que pasa es que aquí, en esta inmobiliaria, son 12 años. En principio era lo que había estudiado, además pertenezco a la Asociación Balear de Asesores Inmobiliarios y es una pasión, me encanta este trabajo y todo lo que tiene que ver con él. Somos dos socios, lo que pasa es que ahora solo trabajo yo porque Horst, que es alemán, está medio retirado; sigue siendo mi socio aunque ahora está en Alemania.
¿Cómo fueron los inicios?
— Fueron un poco duros porque teníamos que decidir dónde íbamos a abrir. La duda que teníamos era dónde abrir la inmobiliaria, el punto era o Santa Eulària o Eivissa y, al final, la decisión fue mía porque a mí lo que me gusta es Sant Carles. Sí que es verdad que allí había otra inmobiliaria y al principio pensamos que igual al ser tan pequeño el pueblo no era buena idea, pero la abrimos. Y en esta situación se refleja un poco el logo de nuestra inmobiliaria, que tiene un corazón dibujado, y es porque creemos que hay que hacer las cosas con corazón.
¿Se esperaban el boom que hubo en esa época?
— Bueno... ha habido de todo porque al principio iban las cosas muy bien, lo que pasa es que después llegó la crisis y fue complicado y difícil. Lo que pasa es que nosotros no solo hacemos venta y alquiler, sino que llevamos a cabo servicio de posventa y servicios de mantenimiento de fincas; un global que nos ha permitido llegar hasta donde estamos ahora.
¿Cómo les afectó la crisis?
— Teníamos un mercado muy alemán y muy español y el mercado español fue el primero que desapareció. Lo notamos mucho en ventas. El mercado alemán siempre está y va a estar ahí, pero se ha notado desde entonces. Tuvimos un bajón muy importante. Si hacíamos una comparación con la península, aquí en Ibiza se notó más. Se puede decir que se paró el mercado.
¿Se plantearon cerrar en algún momento?
— Sí. Tuvimos meses muy malos, pero por suerte o por el buen hacer seguimos.
Y a día de hoy, ¿cómo se puede decir que están?
— Puedo decir que ahora estamos consolidados, que tenemos una trayectoria y dos oficinas. Estamos bastante metidos en el sector y en una parte concreta de Ibiza.
¿Una parte concreta significa que no abarcan toda la isla?
— Hay un poco de todo, pero sobretodo Talamanca, Jesús, algo de Vila, Santa Eulària y Sant Joan.
¿Hay diferencia de ventas/alquileres de invierno a verano?
— Nosotros no hacemos mucho alquiler vacacional, no trabajamos eso. La realidad es que las ventas en verano siempre bajan un poco, pero en invierno tenemos bastante más actividad y un crecimiento importante de operaciones.
¿Les ha pasado alguna vez que se hayan quedado sin pisos de alquiler?
— Aunque parezca raro, sí; de alquiler tenemos una demanda impresionante y de oferta muy poca.
Imagino que el abanico de precios también es amplio para que el cliente pueda elegir.
— Sí, los precios ahora mismo de un apartamento, por ejemplo, pueden rondar los 700-800 euros con una habitación. Y da igual donde busquen porque está complicado en el norte, en el sur y en el centro de la isla.
¿Cómo afronta una inmobiliaria la reforma de la Ley de Turismo?
— Nosotros no nos hemos dedicado al alquiler turístico, sí que hay alguna casa con la que tenemos el compromiso del servicio posventa, pero casas con licencia turística. Aún así, es una reforma que apoyamos, pero que de momento no está ayudando mucho en el tema de que haya más oferta. Sería más fácil, para que hubiera más oferta, que el Govern tomara otras medidas como que hubiera solares dedicados a que se construyan viviendas sociales.
Ahora parece que esto va a ser una realidad según el anuncio del Gobierno de promover 5.000 viviendas destinadas a alquileres de menos de 400 euros donde se incluye a Ibiza.
— Sí, eso parece y creo que ayudará muchísimo. Que haya disponibilidad para la gente de tener un alquiler a un precio razonable es fantástico. Cuando esto pase, los demás tendrán que equilibrar los precios.
Si hace un repaso de su trayectoria, desde los inicios a la actualidad, ¿con qué etapa se queda?
— Cada etapa ha tenido su encanto, pero me quedo con la etapa que empezó en 2014. Salimos de la crisis, contamos con las dos oficinas, la de Sant Carles y la de Santa Gertrudis… ahora somos cinco trabajadores y empecé siendo yo solo. Me quedo con lo que tenemos ahora.
Desde su punto de vista, ¿qué hay que hacer a la hora de emprender?
— Ponerle mucha energía, como a todas las cosas; energía y un poquito de corazón, vuelvo a repetir. Cuando puse el logotipo del corazón en nuestra identificación mucha gente me decía que qué tenía que ver el corazón con la casa y para mí tiene mucho que ver porque nosotros estamos ayudando a la gente a que puedan vender o comprar la casa de sus sueños, el lugar donde quieren vivir.
En ese sentido, ¿es necesario conocer al cliente antes de ofrecerle un inmueble?
— El cliente tiene unas pautas de búsqueda en base a unas preferencias de zona en un precio que tiene establecido. Entonces, nuestra actividad es encontrar realmente el producto que está buscando, lo que le va a servir y a la vez le va a funcionar bien. Por eso, el 99% de los clientes son clientes que son amigos y siguen relacionados a nosotros de alguna manera.
¿Los clientes de los que habla son ibicencos o residentes en la isla o vienen de fuera?
— Hay muchos de aquí, sobretodo para alquilar, pero también hay compradores de fuera. De hecho, la mayoría son extranjeros.
¿De dónde?
— Las estadísticas van cambiando cada año, pero según la nuestra los mayores compradores provienen del mercado holandés, belga, francés y suizo; también italiano, que siempre está ahí.
Usted no es de aquí tampoco, aunque casi se puede decir que es payés por cómo habla ibicenco.
— Soy mitad argentino y mitad alemán, pero tuve una oferta de trabajo aquí con mi socio y vine a ver si me gustaba. A los 500 metros de llegar ya había decidido quedarme. Yo había estudiado esto, pero mira lo que son las cosas que de pequeño tenía un sueño muy recurrente en el que tenía muchas llaves, nunca podía entenderlo. Y al final mira, no es que de cada propiedad que tengamos para alquilar o vender tengamos llaves, pero son bastantes. Ahí había un mensaje. Yo quería ser músico, pero como medio de vida es complicado.
¿Alguna anécdota que le haya dejado su profesión en los 21 años que lleva ejerciéndola?
— Siempre digo que algún día escribiré un libro de anécdotas porque de cada cliente, de cada propiedad y de cada gestión siempre sale alguna anécdota, pero me acuerdo de una especialmente. Hace seis años fuimos elegidos para vender una propiedad para una asociación de gatos. Contactaron con nosotros y fue interesante porque no teníamos ninguna relación ni por amigos ni nada. La cosa era vender la propiedad a los gatos que eran quienes la habían heredado de un señor que se lo dejó a ellos. Esta propiedad sirvió para que la protectora de gatos tuviera un sitio. La protectora está en Reino Unido y los trámites se hicieron sin movernos de Ibiza. El cliente vendedor eran los gatos, ahí está la anécdota.
¿Qué es lo que peor sabor de boca le deja de su trabajo?
— La competencia desleal. Hay mucha en la isla y no nos gusta. No hablo de agencias establecidas que están en igualdad de condiciones que nosotros porque esas nos sirven porque es competencia sana y hay diversidad en la oferta, pero cuando es desleal no; sobretodo cuando nos llega, a los que lo hacemos bien, el momento de pagar impuestos.