«Nos tomamos la diversión muy en serio», dice Carlos Ramón Navarro, fundador de la ONG Proyecto Juntos. Cuesta creer a Carlos Ramón cuando se acaba de poner una nariz de payaso de espuma, que también lleva Lorena Tur, con la que ultima la preparación de varios eventos en su despacho compartido de la calle Murcia de Ibiza. Juntos cuenta con una red de voluntarios, una docena, que acuden regularmente al hospital Can Misses para hacer más agradable la estancia con los niños hospitalizados. Lorena Tur es una de ellas.
Empezó como voluntaria hace dos años pero finalmente se ha volcado en la ONG aunque los fines de semana se dedica a su otra gran pasión, el mundo del turismo.
La ONG Juntos se fundó a finales de 2015 y surgió tras la propia experiencia como voluntario de Carlos Ramón con niños oncológicos en el hospital Niño Jesús cuando trabajaba en Madrid. Dos años después empezó a hacer voluntariado internacional y conoció un proyecto de una chica mallorquina en Kenia. «Le pregunté si era empresaria y multimillonaria pero no, era una chica que trabajaba en un hotel, era una currante y con lo que tenía lo destinaba allí. Pensé que se podía hacer algo con el cáncer infantil y cooperación internacional. Todo eso nos ha llevado al proyecto global de infancia hospitalizada, principalmente media y larga estancia», explica. «En Ibiza queremos ser el referente de apoyo a la infancia hospitalizada y sus familias de Ibiza a Formentera», subraya. Carlos está volcado en Juntos pero antes se dedicó al turismo, a financieras a consultoras e incluso tuvo una empresa de limpieza en Ibiza, pero «un día lo dejé todo y monté esto».
A Can Misses acuden seis a la semana pero también hay voluntarios que se desplazan tres días a Son Espases y en Madrid, al hospital Doce de Octubre, una o dos veces al mes realizan talleres de voluntariado. Cada tarde los voluntarios se citan en la planta de Pediatría de Can Misses, desde las 17 a las 20 horas los cinco días a la semana y el sábado por la mañana. Es viernes y uno de los voluntarios que acude es Carlos. Primero pasa por el control de enfermería donde le informan de los niños, las patologías, si pueden salir o están aislados y después va pasando por cada habitación para invitarles a la sala de juegos, con todos los juguetes «que te puedes imaginar», apunta Carlos. En 2016 renovaron la sala de juegos de Pediatría con los fondos obtenidos de la recaudación de eventos. Durante 2017 y 2018 jugaron con más de 1.500 niños y adolescentes hospitalizados y este año se calcula que lleguen a más de 750 niños.
La presencia de voluntarios y la sala de juegos supone un respiro para las familias. «Me va genial esta sala porque no tengo que traer nada de casa», dice Catiana. Su hija Vega, que ha estado hospitalizada en tres ocasiones en Can Misses, ejerce de modelo en la sesión de fotos de la sala de juegos de Pediatría. Con una amiga hace dibujos en la pizarra y después juegan al Hedbanz con Carlos. A las familias la presencia de los voluntarios les permite poder alejarse de la cama de su hijo unos minutos para tomarse un café o dar un paseo.
A la sala de juegos se acerca tímidamente Mateo, que tiene 18 meses. «Es muy buena idea. Mateo se sube por las paredes y aquí esta todo el rato, le encanta venir», dice su madre Mónica. Juegos de mesa, cuentos, puzzles, libros para colear, e incluso un tobogán que surge de un árbol en medio de la sala. En un armario apilan juegos de mesa, desde el Uno, el tragabolas, el jenga al hedbanz. El armario esconde también una televisión con una gran pantalla. También hay consolas y pizarras para pintar en la pared. En las estanterías se apilan puzzles y libros para colorear. Todo un universo del juego para el disfrute y entretenimiento de los niños, para que su estancia en el hospital pase de la manera más agradable.
Además de su labor de voluntariado en hospitales, Ramon también cuenta con un proyecto de ayudas a familias de Ibiza y Formentera que han desplazarse fuera para recibir tratamiento en el que entregaron 20.000 euros. Con el proyecto Ganas de Vida ayudan a los menores a retomar su actividad física después de un tratamiento largo. «Hay un niño en un polideportivo haciendo actividades después de estar dos años ingresado en un hospital», explica. Otro es el Descanso del Guerrero, que consisten en unas vacaciones a familias tanto padres como hijos que tienen o han tenido un cáncer, algunos muy graves e irreversibles. «Ibiza es un destino de ensueño, les llevamos a ver las estrellas, la gente flipa», dice Carlos.
Lorena, una de las voluntarias que forma parte del equipo, destaca lo que le aporta formar parte de Juntos. «Me llevo mucho más de lo que doy. He simplificado mucho mi vida. Con los niños todo es muy fácil, es jugar y son niños. Desde que estoy como voluntaria no he vuelto a tener problemas. Lo que más me reconforta es que me pregunten si vuelvo mañana», afirma.
Ahora se encuentran en proyectos como la recaudación para las urgencias pediátricas de Son Espases y la renovación del aula UEECO del Mestre Lluís Andreu de Formentera para niños con discapacidad o la promoción de buenos hábitos alimenticios y de actividad física que ha llegado a más de 12.000 niños y adolescentes.
Juntos no difunde imágenes de niños enfermos, «por respeto a ellos, es nuestra política; queremos transmitir siempre alegría y positivismo», precisa Carlos. No todas las hospitalizaciones tienen un buen desenlace, algunos como dice Carlos «se van en un ovni» pero tiene muy claro cuál es su función, «que mientras el niño esté muy mal hacer todo lo que puedo por ellos y si un día se van, me puedo quedar tranquilo porque he dado lo mejor de mí; mi positivismo, mi mejor sonrisa, mi mejor energía y ese es mi objetivo, jugar con ellos. No hay que olvidar que un niño no deja de ser niño por estar enfermo», apostilla.