En los últimos tres años y medio 141 agricultores jóvenes se han incorporado al sector en Ibiza y otros 9 en Formentera. Al menos ese es el número que se ha inscrito en el Programa de Desarrollo Rural, con una línea de ayudas para jóvenes agricultores financiada por el Govern balear, el Ministerio de Agricultura y la Unión Europea. Un incremento notable en un sector que potencian las administraciones a todos los niveles, dada la escasa renovación generacional en los últimos tiempos.
Entre los agricultores de Ibiza que han decidido emprender haciendo del campo su empresa está Raimon Torres. Un hombre risueño que trabaja las cinco hectáreas que una vez cultivaron sus abuelos. Su negocio se llama ‘Tierra de Ibiza'. Un cartelito azul turquesa en el Km 5 del camí de Sa Vorera, entre Sant Antoni y Forada, anuncia venta directa de fruta y verdura en su terreno. Ahí, mientras realiza las tareas del campo, atiende a aquellos que se quieren parar a adquirir sus productos ecológicos.
Tras dedicarse toda la vida a la hostelería, hace tres años decidió recuperar la producción agrícola en las tierras de su familia, que ya estaban en decadencia cuando fallecieron sus abuelos en 2009. La nostalgia de los campos cultivados que conoció cuando era pequeño y el hastío del sector hostelero le llevaron a dejar la bandeja y ponerse con el tractor. Una aventura que ha emprendido además poniéndole a lo de agricultor el apellido de ecológico. Dice haber encontrado su vocación y que le va bien.
Empezar en la agricultura
Pero los inicios son siempre complicados. «Cuando empiezas de cero ves que no es nada de lo que te habían explicado», dice con una sonrisa. Confirmó algo que una vez le dijo un payés: «De una cosa que harás bien en el campo, otras cien las harás mal». Así, «a base de sembrar una cosita, probar otra, experimentar con tipos de abonos» o descubrir el plástico biodegradable para evitar que crezcan las malas hierbas y mantener el suelo húmedo, ha llegado al punto en el que el negocio funciona.
Empezó vendiendo cestas ecológicas por toda la isla. Fue el modo de darse a conocer, pero pronto vio que ese modelo no iba bien para un agricultor que trabaja solo. «Dar tantas vueltas a la isla y no poder dedicarte al campo no es factible». Entonces empezó a poner un puesto en el Mercat de Forada. Ahora es su principal punto de venta. Allí acude cada fin de semana gente de toda la isla, muchos de ellos extranjeros. De hecho sorprende saber que la mayoría de su clientela es gente de otros países afincada en Ibiza.
Desde el año pasado también ha abierto un puesto de venta directa dentro de lo que un día fue un corral de cabras. Como la gente se paraba, sobre todo en verano, decidió fijarse unos horarios desde la mañana a mediodía de lunes a viernes.
«Hay mucha gente interesada en venir directamente al campo, coger la cesta y el cuchillo y recoger ellos el producto. Y les ves irse felices, con una sonrisa en la cara. Coger en el campo sus pimientos y sus berenjenas les encanta». También suministra a un par de tiendas, pero dice que el cliente directo es lo que mejor le funciona.
Variedades locales
Entre las variedades locales que cultiva (este reportaje se hizo tras una entrevista a finales de agosto) está el pimiento blanco, el meló eriçó, la sandía o varias clases de tomates. Pero si de un producto se siente especialmente orgulloso de su recuperación es la berenjena blanca. Una variedad tradicional de Ibiza, completamente blanca a diferencia del habitual color morado de esta hortaliza. Raimon dice que su sabor es más suave y que tiene menos pepitas.
La semilla la encontró en Sant Josep, de una mujer mayor que la conservaba. Más adelante encontró además la variedad original que cultivaban sus abuelos en casa de una vecina. «A ella le habían dado las semillas mis abuelos, por lo que pude recuperar la semilla original que se plantaba aquí mismo».
Agua
La escasez de agua en Ibiza ha hecho a los agricultores muy conscientes de su valor. En la finca de Raimon todo se riega por goteo. Antiguamente el riego era «a manta», dejando correr el agua entre los surcos, ahora esa forma de riego es impensable para un agricultor profesional.
Las lluvias de estos días han empapado la tierra, pero Raimon explica que este año estaba siendo muy seco. «Yo me quedé una semana sin agua. Gracias a un vecino he tenido agua para poder regar, porque sino estaría la cosa muy mal».
El valor de lo ecológico
Aunque en los supermercados los productos ecológicos suelen tener un precio notablemente más elevado que los que no tienen esta etiqueta, Raimon asegura que en su caso la diferencia no supera lo 20 o 40 céntimos.
Dice buscar un precio «honesto». «Para mí es mucho mejor vender a un precio razonable que no, porque sea ecológico disparar los precios», asegura. Compara sus precios con los que este tipo de productos tienen en países como Francia, donde dice que incluso quintuplican su valor los tomates, y llega a la conclusión de que en relación con la calidad «no es un producto caro».
Ayuda a la agricultura
¿Se puede vivir de la agricultura sin subvenciones? Raimon cree que no. O en todo caso que sería muy difícil. Para alguien que empieza y paga un alquiler o una hipoteca y tiene que alquilar las tierras: imposible.
En su caso fue de mucha ayuda que las tierras fueran de su familia y contar con alguna maquinaria agrícola. A pesar de ello el gasto en las infraestructuras de riego fue considerable.
Hace poco tiempo recibió la ayuda para jóvenes agricultores que ofrece el Govern a través de financiación europea. Pero indica que son unos ingresos que tardan en llegar. Él recibió el primer pago de 12.000 euros y ahora está pendiente del segundo, previsto para 2020.
Es por ello que insiste que es un negocio que se tiene que coger con muchas ganas. «A mí la verdad es que me gusta muchísimo y poder recuperar unas tierras que eran de mis abuelos me llena todavía mucho más». Pero, aun con ganas, confiesa que es un sector difícil. En un mercado complicado en el que se compite con las grandes superficies y los grandes proveedores de la península. Su baza es el kilómetro 0 ecológico, un producto recién cosechado sin ningún tipo de productos químicos. Queda margen de crecimiento para un producto que cada vez se valora más en la isla.