José Soto Soto (Jerez de la Frontera, 19 de abril de 1955), conocido artísticamente como José Mercé, es uno de los nombres más destacados de la historia reciente de la música española. Sin embargo, a sus 64 años, tras cantar éxitos que forman parte del imaginario popular, vender millones de discos y dar innumerables conciertos por todo el mundo, ayer era la primera vez que pisaba la isla de Ibiza. Nunca había actuado en nuestra isla y por la noche debutó en el Festival Brisa Flamenca que organiza el Ayuntamiento de Sant Antoni en el Cine Regio con la ilusión del que acaba de empezar en la música, dando un concierto en el que también participó la sevillana Alba Molina.
Los que le conocen aseguran que este jerezano, bisnieto de Paco Luz y sobrino del patriarca del flamenco jerezano Manuel Soto Sordera, sigue siendo el mismo que comenzó cantando de niño en la Escolanía de la Basílica de La Merced de su ciudad y de la que cogió su nombre artístico. No les falta razón. José Mercé demuestra en esta entrevista previa al concierto la simpatía, cercanía y amabilidad de la que siempre ha hecho gala. Eso y que sigue teniendo la misma ilusión por actuar que cuando comenzó en los Jueves Flamencos de Jerez, en el tablao gaditano La Cueva del Pájaro Azul y marchándose a Madrid para grabar un disco con 13 años.
—Con los años que lleva de trayectoria en el mundo de la música, es la primera vez que viene a actuar a Ibiza. ¿Cómo ha tardado tanto?
—Es la primera vez que actúo, pero también la primera vez que voy a pisar la isla. Fíjate tú, con los años que tengo y es la primera vez que he venido a veros.
—¿Entonces cree que la isla tenía una deuda con usted?
—No sé si tanto. Lo que sí que te puedo decir es que tenía muchísimas ganas de actuar aquí.
—¿Qué se va a encontrar la gente que acuda al Festival Brisa Flamenca del Cine Regio de Sant Antoni?
—Pues un concierto de puro flamenco. La intención es que los espectadores disfruten con un José Mercé muy flamenco. Eso sí, luego es el público el que manda y por la experiencia que ya voy teniendo seguro que nos acaban pidiendo algunos de los temas más conocidos de mi carrera.
—¿Tocará todos los palos del flamenco? Es un mundo muy amplio...
—Es verdad, pero la intención es intentar abarcar todo lo posible, desde seguidillas a soleás, pasando por tangos, bulerías, malagueñas o fandangos. Pero ya te digo, al final el cantante se debe al público e iremos viendo cómo se va desarrollando todo. En ninguno de nuestros conciertos están las cosas cerradas al cien por cien.
—Su presencia junto a la de Alba Molina habla del crecimiento que ha tenido el Festival Brisa Flamenca. ¿Se habla de él en la Península?
—Sin duda. Ya había oído hablar de él desde hace tiempo y siempre buenas palabras. Por eso cuando surgió la idea de participar me animé sin dudarlo. Y te digo una cosa, no solo se habla bien del festival en España, sino también fuera. Y eso es porque se están haciendo muy bien las cosas.
—También parece positivo que se hable de Ibiza por otro tipo de música que no sea la música electrónica y las discotecas.
—Por supuesto. Yo no he estado nunca en la isla, pero sí que sé, por lo que me dicen y he oído, que Ibiza es mucho más que la música que hacen los DJs.
—Usted que ha mamado el flamenco en su familia desde bien pequeño y es uno de los grandes nombres propios de este arte, ¿qué es lo que cree que tiene el flamenco para que acabe enganchando a casi todo el mundo?
—Sobre todo que es pasión, con mayúsculas. Bebe de nuestras propias raíces culturales, tan hondas y profundas que, cuando lo escuchas por primera vez o ves un espectáculo, te entra una especie de veneno bueno que hace que no lo puedas soltar. Te engancha de tal manera que después no lo puedes dejar de escuchar.
—Es cierto. Engancha a gente de todas las edades y de todos los estratos sociales.
—Sin duda. Conozco a muchísimas personas de muchos países que nunca habían escuchado un concierto de flamenco y, tras verlo por primera vez, ya estaban con ganas por ver el siguiente. Les ha bastado un único espectáculo flamenco para acabar adentrándose en este mundo maravilloso y eso, sinceramente tío, es la leche.
—Buena parte de la culpa de la popularización del flamenco la tienen artistas como usted. ¿Se considera un pionero o un innovador del flamenco?
—No soy nadie para definirme. Eso que lo hagan otros. Yo sólo soy una persona que lleva toda la vida luchando por el flamenco, porque es mi vida y lo considero algo maravilloso. Pero sí, es cierto, he intentado acercar lo más posible este arte a los jóvenes.
—Leí en una entrevista que se considera un hombre afortunado. ¿Por qué?
—Porque he tenido la inmensa fortuna de hacer siempre lo que más me ha gustado y además vivir de ello. Eso es de afortunados y por eso tengo que estar agradecido a la vida. Hacer lo que quieres y lo que te llena realmente el corazón, y hacerlo sin molestar a nadie, es para estar tremendamente agradecido.
—¿Tal vez por eso los que le conocen aseguran que sigue siendo el mismo que salió de Jerez para grabar un disco en Madrid con 13 años?
—Bueno, estoy algo más crecidito creo yo (risas). Estoy algo más mayor y con alguna cana más (risas). Pero bueno, sí, creo que sigo siendo aquel niño que soñaba con dedicarse a la música, al flamenco y vivir de ello. Sigo manteniendo la misma ilusión que tenía aquellos años aunque ya tengamos alguna responsabilidad más (risas).
—Y ya la última, una de sus grandes señas de identidad es su eterna sonrisa. ¿Con los tiempos que corren se puede estar siempre sonriendo como hace usted?
—Al menos hay que intentarlo. De mi padre aprendí muchísimas cosas, pero una de ellas es que siempre hay que intentar poner al mal tiempo buena cara. También aprendí que tenemos que hacer todo lo posible para no dar más importancia que la que merece a las cosas malas y centrarnos en todo lo bueno que tiene la vida, que es mucho. De lo malo, mejor olvidarse pronto para dejarlo atrás.