Cuando se anunció el reparto por islas de los fondos que el Gobierno inyectó a Baleares para aparentar alguna reacción tras la quiebra de Thomas Cook, pasó desapercibido un aspecto formal, no exento, no obstante, de carga política.
Mientras en Menorca, donde gobierna el PSOE junto a los separatistas de Més per Menorca, ha sido el Consell el encargado de distribuir el 1,4 millón de euros entre los ocho municipios de la isla para inversiones de baja intensidad en las urbanizaciones, en Ibiza, Francina Armengol puenteó al presidente del Consell, Vicent Marí, al que ni tan siquiera preguntó su opinión antes de adjudicar a dedo el 1,6 millón de euros curiosamente a los municipios en los que gobierna el PSOE: Vila y Sant Josep. Sorprendentemente, el gobierno del Consell no ha elevado la voz ante una discriminación a la institución y una deslealtad política impropia de quien alardea de federalismo interior. Quizá anden desbordados ante tanto ataque por tierra, mar y aire y no se hayan percatado de la jugada sucia del Consolat de la Mar. O no quieren tensar más la cuerda porque disponen de suficiente potencia de fuego.
La única razón que justifica que Eivissa y Sant Josep reciban fondos de Thomas Cook y no lo hayan hecho Santa Eulària, Sant Antoni o Sant Joan no es que haya más o menos empresarios afectados por la quiebra del turoperador y que, por lo tanto, haya zonas que requieran en mayor medida que otras las inversiones de la administración. La razón es la misma para justificar el ignominioso reparto de la ecotasa: medallas para el PSOE con dinero público y ni agua al enemigo a batir.
Vicent Marí, el enemigo a batir. Francina Armengol gobierna con mano de hierro Mallorca, donde el único contrapeso real es reciente e interno, tras el nombramiento de Aina Calvo en la Delegación de Gobierno. Ni Unidas Podemos, ni Més per Mallorca osan toser a la inquilina del Consolat de la Mar quien, además, dispone de la redacción más numerosa y bien pagada de Baleares al frente de los gabinetes de comunicación de las consellerias y una especie de fondos reservados que maneja a su antojo para comprar voluntades a través de la innecesaria agencia de colocación en forma de Agencia Estratégica de Turismo de las Islas Baleares (AETIB).
Tampoco tiene problemas en Menorca donde conviven los socialistas con ciertos gritos y desplantes consentidos a Més per Menorca para mantener la sociedad que tan buenos resultados ha dado a ambas formaciones en las últimas décadas. Algo parecido a lo que se está ensayando en Formentera con GxF.
Está incómoda en Ibiza, donde Vicent Marí se ha convertido en el único punto negro del mapa balear, la verdadera oposición. Gobierna el popular sin aspavientos, con un pacto sólido con Ciudadanos, resuelve no pocos entuertos heredados, arranca con éxito proyectos que suscitan amplios consensos, como la retirada de las vallas ilegales, sella con los alcaldes acuerdos históricos, reintegra el ocio a la promoción oficial, promociona la agricultura… Tanto es así que cosecha elogios hasta de la oposición, el último el de Marta Díaz en estas páginas y en la TEF. Antes de Xico Tarrés y del propio Pep Agustinet.
Saldríamos corriendo. Me impresionó escuchar al diplomático mallorquín, Jorge Dezcallar, primer civil al mando de los servicios de inteligencia de España y embajador en plazas pata negra como Rabat, Roma y Washington decir que «si los españoles vieran por un agujero de la puerta el Consejo de Ministros, el país se vaciaría en cuestión de segundos».
En opinión de este funcionario público en mayúsculas, que ha trabajado al servicio del Estado a las órdenes de los gobiernos de Felipe González y José María Aznar, saldríamos despavoridos, si conociéramos los entresijos de la alta esfera política, si observáramos el nivel intelectual de la clase dirigente y si conociéramos las verdaderas intenciones y los tejemanejes de los que allí, en demasiadas ocasiones, juegan con nosotros y con el futuro de nuestro hijos.
Nadie en su sano juicio osaría poner en cuestión el diagnóstico de quien ha visto en primera persona como el jefe del Ejecutivo que lo había nombrado niega la versión de los servicios de inteligencia sin razón objetiva ninguna el 11-M. El CNI, la tarde del fatídico jueves, ya advirtió sin éxito del tufo yihadista de la masacre.
Lamentablemente, sus palabras resuenan en mi cabeza cada dos por tres cuando conozco determinados comportamientos de nuestra clase dirigente a los que uno nunca logra acostumbrarse por muy acostumbrado que esté.
Si Dezcallar vaticina estampida de españoles tras ver un Consejo de Ministros, qué pensaría el resto, si viera en directo los episodios que nos ha relatado en los últimos días Marta Díaz.
Dejando de lado el turbio y apestoso asunto de los gastos de su tarjeta, Díaz tiene, gracias a su trayectoria, suficiente conocimiento de los hechos relatados con precisión cirujana, para, al menos, gozar del beneficio de la duda.
Altos cargos que avalan a Patxi López por deseo de la «simpática» pero «dictadora» Francina Armengol y que luego votan a Pedro Sánchez. Candidatos que son promocionados por su obediencia al aparato, es decir, a Armengol. Decapitaciones preparadas para eliminar a una rival en el control de la formación. Ajustes de cuentas por deudas pendientes. Puñaladas traperas por doquier. Truculentos episodios más propios de Sálvame de Luxe que de políticos serios.
Una explicación. En cualquier caso, lo más relevante de la historia para no dormir que ha explicado Marta Díaz en Periódico de Ibiza y Formentera y TEF es el relato, explicado en primera persona, de la sumisión de su formación al centralismo mallorquín. «No me dejaban ir a las reuniones del Consell Polític porque era demasiado reivindicativa». «Me subía por las paredes cuando firmábamos los convenios con el Govern (a través de los que el Consell d'Eivissa cofinancia obras de competencia autonómica)». «Francina Armengol es presidenta de Mallorca, luego de Menorca, si sobra algo de Formentera y finalmente de Ibiza». «El gran problema de los políticos ibicencos es que cuando gobiernan los suyos, no reivindican».
Blanco y en botella. Aquí tenemos una explicación, probablemente no la única, para comprender que Menorca reciba más ecotasa que Ibiza recaudando la mitad; que el Consell d'Eivissa financie obras que no financian los otros consells; que los puertos de Ibiza paguen el agujero negro del tren de Mallorca; que el canon de saneamiento pague la depuradora de Palma y que aún no sepamos cuánto se recauda y se invierte aquí; que el Govern haya pagado parte del Palacio de Congresos de Palma y no se digne a decir cuánto para evitar el sonrojo que supone no haber puesto ni un euro en el de aquí; a que tengamos los peores indicadores en listas de espera quirúrgica y de acceso al especialista; a que la presencia de Ibiza y Formentera en Ib3 sea testimonial.
Para salir corriendo como dijo Dezcallar.