Son los que controlan los equipos de protección individual (EPI) y todo el material que necesitan los sanitarios en su día a día, arreglan las averías, mantienen las instalaciones y limpian concienzudamente las instalaciones sanitarias claves en esta crisis sanitaria. Silvia Dopico, encargada de logística sanitaria; Javi Martínez, uno de los seis responsables de mantenimiento; y Toñi Cruz, de limpieza de Cuidados Intensivos, forman parte de un engranaje imprescindible en esta crisis sanitaria. Son trabajadores de empresas subrogadas de la concesionaria, encargada de servicios no sanitarios del Hospital Can Misses, que en la retaguardia de esta crisis sanitaria han desempeñado una importante labor en esta pandemia, como uno más.
Cogesa, la empresa encargada de la logística sanitaria, reparte todo el material sanitario que precisa Can Misses, los centros de salud y unidades básicas: EPIs, batas, mascarillas, guantes, salvacamas, agujas, jeringa. La medicación es lo único que no dispensan, «la transportamos pero no la gestionamos», precisa Silvia.
Los EPIs han sido uno de los materiales más demandados pero muy controlado «para que llegara a todos», apunta. Antes de la pandemia ese material estaba en un almacén de cada servicio pero, a raíz de la pandemia, se decidió depositar en un cuarto para centralizar las existencias y el reparto. «En tiempos de pandemia alta se han destinado tres personas a controlar las EPIs, si no hay autorización de los responsables no se entrega, ha estado muy bien gestionado y hemos llegado siempre a entregar el material para cubrir las necesidades», explica. Reconoce que lo ha pasado mal cuando se ha negado a darle material a sanitario que venían a pedirlo, «pero no se lo puedes dar porque estaba reservado para unidades, como establecen los protocolos; no es lo mismo una consulta que UCI o Urgencias, los que estaban en primera línea sí lo necesitaban».
Lejía y bayetas de usar y tirar
Toñi Cruz es una de las que ha trabajado en esta pandemia en uno de los denominados servicios de primera línea: la Unidad de Cuidados Intensivos de Can Misses.
Lleva 14 años en el servicio de limpieza de la UCI en el turno de mañana. «Se limpia con mucha higiene, fregona, productos de limpieza como lejía, que es lo que más desinfecta, y bayetas de usar y tirar, todos los días utilizamos nuevas», recalca.
Explica que ahora hace una limpieza «con mucha desinfección y aún más concienzuda» de las instalaciones, camas, cristales, barandillas, suelos, junto a otra trabajadora, su compañera Laura, a la que llama como su tercer brazo, protegidas con los EPIs, «no nos ha faltado de nada».
Mantenimiento es otro de los servicios imprescindibles en un hospital que ha tenido que hacer frente a la puesta en marcha de nuevas instalaciones, como Ca na Majora, instalar nuevos dispositivos, como las mamparas de metacrilato, que se han puesto en todos los controles donde llegan los pacientes, o recurrir a la inventiva para que los trabajadores eviten tocar pomos de puertas por el riesgo de contagio. «Hemos habilitado salas como la rehabilitación, que se ha desmontado, y se han pasado enchufes para tomas de oxígeno por si hubiera una avalancha; menos mal que no la ha habido», apunta Javi Martínez Costa, del Grupo Soler, la empresa de mantenimiento.
También han tenido que hacer una puesta a punto de las maquinarias «para que surgieran los mínimos problemas posibles, ya que en momentos como éste no tenemos una ayuda exterior de nadie y hay que intentar que todo funcione como un reloj».
Han sido jornadas largas en las que como dice Silvia, «se ha trabajado sábado y domingo, sin preguntar si me tocaba o no» y en el que destacan el compañerismo, de su equipo, y de los demás, «si llegaba un helicóptero con material sanitario el domingo, los de la concesionaria estaban junto a nosotros».
Lo peor, si duda, fueron los primeros días de la pandemia con los nervios a flor de piel y el miedo a lo desconocido. «Recuerdo cuando empezaron a llegar casos de coronavirus a la UCI, uno tras otro, en las noticias veías cómo estaban en la Península pero no que ocurriera aquí», apunta Toñi Cruz, que confiesa que «sentía más miedo cuando salía a la calle que en Can Misses, aquí me he sentido muy protegida».
Angustia y miedo
Silvia recuerda «la angustia de las primeras semanas, con miedo a lo que se avecinaba; he llegado a llorar de miedo, no lo demuestras porque tienes que estar al frente de la situación». Martínez dice que hubo incluso algún roce con compañeros y cuando iba a casa pensaba que era una pesadilla, «pero un día te levantas por la mañana y decides que hay que ir a trabajar con una sonrisa, ir crispado afecta a tu vida personal, hay que darle la vuelta a la tortilla y se la hemos dado».
De toda esta crisis han aprendido, como dice Silvia, «a ser mejores personas, más humanos y ponernos en el lugar del otro». Toñi habla emocionada del trabajo de la UCI, «que se han dejado la piel, es un equipo humano maravilloso y me siento muy orgullosa». Javi destaca el compañerismo, de que se siente parte de un equipo, «no somos los otros, los de la concesionaria, al final somos gente del hospital, somos uno más y y eso se agradece».
Con toda la experiencia vivida en estos meses tienen claro que «si pasa cualquier cosa y vienen un rebrote, estamos preparados para afrontarlo», apostilla Silvia.