En la tercera planta del edificio J, perteneciente al antiguo Hospital Can Misses de Ibiza, donde antes estaba ubicada la biblioteca y los dos salones de actos, el trabajo es incesante. No son enfermeros, administrativos, fisioterapeutas y técnicos en cuidados de enfermería al uso pero sentados junto un teléfono y frente al ordenador el trabajo de estos 14 rastreadores se ha convertido en fundamental en estos nuevos tiempos donde el coronavirus se ha convertido en un incómodo compañero de viaje. Vienen de distintos puestos de trabajo del Área de Salud de Ibiza y Formentera – algunas son trabajadoras embarazadas, otros vienen del servicio de fisioterapia y otros de centros de Atención Primaria – pero a todos les une su pasión por ayudar, su gran capacidad de empatía y su habilidad para ejercer una labor casi detectivesca en busca de los contactos directos de aquellos que han dado positivo.
En total, tienen bajo su punto de mira a más de 3.000 pitiusos, a razón de entre cinco y ocho por cada caso (más de 600 ayer).
«Es un trabajo apasionante y esto es lo que nos ayuda a superar el gran volumen de trabajo que tenemos todos los días», asegura Mila Oliva, una de las enfermeras a Periódico de Ibiza y Formentera. Su horario es de ocho de la mañana hasta las tres de la tarde pero difícilmente se cumple. «Casi no nos movemos de la silla y de la pantalla del ordenador y además, cuando estamos rastreando un paciente y por fin hemos encontrado una familia o un contacto directo no podemos irnos sin llamarle, por más que hayamos superado el horario, porque eso supondría que esa persona estaría un día más por la calle con todos los riesgos que eso conlleva», resume esta enfermera que ha encontrado «una familia» en este grupo de rastreadores tras trabajar en un centro de salud.
Sus turnos laborales están pensados para que en ningún momento quede desatendido el servicio. Así, por ejemplo, ayer trabajaron seis rastreadores por la mañana, en un turno de siete horas y media, llegando a rastrear cada uno de ellos unas cinco personas como mínimo. «Es un no parar porque ten en cuenta que si una persona tiene trece contactos estrechos hay que llamarlos a todos, generar su historia clínica y darles cita para la prueba PCR, con lo que al final, podemos terminar la jornada con unas treinta personas rastreadas de las que empezar a tirar del hilo por parte de todo el equipo».
En este sentido, desde el equipo de rastreadores recuerdan que existe un teléfono de Infocovid, tanto para adultos como pediátrico, donde resolver las dudas y recibir consejos en caso de presentar síntomas o haber estado en contacto con alguna persona que ha dado positivo. «Es una idea muy buena porque ha permitido liberar buena parte de la presión que sufrían los Centros de Salud y a los que todo el mundo llamaba, pero también hay que hacer un llamamiento a la responsabilidad para que este teléfono no se sature y solo se use si realmente se tienen patologías asociadas al coronavirus», advierte Mila.
Un proceso largo y complicado
La labor de Mila y sus compañeros comienza en el momento en el que se conoce un positivo por coronavirus en Ibiza y Formentera. «Una vez que se sabe el resultado, se pregunta al afectado cuáles han sido sus contactos estrechos, considerándose como tales fundamentalmente a los convivientes, y después comenzamos a seguir un rastro de todos aquellos que no han mantenido la distancia de seguridad de dos metros, no han usado la mascarilla o han estado con ellos más de 15 minutos». Y todo ello, solucionando temores, dudas, miedos y tirando de empatía para tranquilizar a todo el mundo, «ante una situación tan complicada como la que estamos viviendo».
Afortunadamente, esta rastreadora asegura que la colaboración ciudadana está siendo casi total y que hay muchísima gente que está concienciada. «Te podría decir que el 99,9% de las personas con las que contactas como contacto estrecho ya saben que les vas a llamar y les vas a informar porque les ha avisado la persona que ha dado positivo y en muy pocas ocasiones nos encontramos con gente que se nos pone borde, nos cuelga o nos dice que nos hemos equivocado de teléfono».
Sin embargo, todo se complica un poco más cuando se trata de personas extranjeras que no dominan mucho el idioma. «Es entonces cuando se pone realmente interesante nuestro trabajo, cuando los apellidos no coinciden, cuando las letras o las pronunciaciones no son las mismas o cuando son familias que no tienen ningún teléfono móvil o forma de contacto directa».
Tras contactar con el contacto estrecho comienza una amplia labor de información y un proceso nuevo. El equipo de rastreadores les citan para que se hagan una prueba PCR, a ser posible en el viejo Hospital Can Misses, en la carpa instalada a la izquierda de la entrada del Edificio J, y a la que se ha de llegar en coche, moto o andando ya que está prohibido coger ningún tipo de transporte público.
Posteriormente se les comunica la obligatoriedad del aislamiento y durante los siguientes días se está muy pendiente de ellos. «Lo importante es que no se sientan solos, que sepan que estamos con ellos, y que no se sientan abandonados y por eso a los dos días les llamamos para darles el resultado de la prueba, luego durante la semana hablamos con ellos para ver cómo están, si han desarrollado algún tipo de sintomatología y después, cuando todo ha ido bien, les llamamos para darles la mejor noticia del día, que ya tienen el alta y pueden volver a hacer vida relativamente normal», concluye Mila Oliva.