La Condesa Jacqueline de Ribes es hija del Conde de Beaumont, que fue presidente del Comité Olímpico Internacional. Se casó con el Conde Édouard de Ribes. Ha sido nominada varias veces Mujer más Elegante del Mundo, y fue condecorada con la Legión de Honor por el presidente Sarkozy.
Conocí a Jacqueline de Ribes en el Baile de Debutantes de la Gala de la Seda de Barcelona. Yo tenía entonces veinte años.
Llegó a Ibiza en 1968. Un día, en 1970, me la crucé en Vara de Rey. Jacqueline se me acercó y, mirando mi sahariana, dijo: «¡Oh! Un hippy de Saint Laurent», diseñador del que fue musa y gran amiga.
Nos fuimos a mi casa y me contó que estaba enamorada de Ibiza y que construía la urbanización Cala Salada, en Punta Galera, donde compró casa la Duquesa de Alba.
Gran trabajo por Ibiza
Había ido a Madrid a pedir al por entonces ministro Fraga Iribarne que prohibiese el proyecto de construir en Espalmador. Fraga le contestó: «¿Qué es Espalmador?». La Condesa consiguió también salvar todos los árboles plátanos del final de la carretera de Sant Antoni, que los iban a talar al hacer la autopista.
Nos hicimos muy amigos. Jaqueline asistía a mis eventos, incluso a la Flower Power VIP. Ella me invitaba a su barco y a sus cenas con actores, políticos, intelectuales y aristócratas internacionales. Y venía a mi casa, sin electricidad, de Sant Carles, para cenar con personajes como la Princesa Maria Gabriella de Savoya, la Princesa Lee Radziwill, hermana de Jackie Kennedy, o Valentino, que la llamaba La Reina de la elegancia.
Jacqueline compró también una casa payesa en Sant Llorenç muy parecida a la mía.
Cuando diseñó su primera colección de Alta Costura me invitó al gran desfile en París, y me enseñó su espectacular Palacio de la Bienfaisance. Y coincidimos en varios eventos en Nueva York.
En el año 2015 fui invitado al evento inaugural de su exposición de Alta Costura en el Metropolitan Museum de Nueva York, que fue impresionante. Y me dedicó su fantástico libro de fotos.
Mi fascinante y queridísima Condesa, a sus 91 años, ha vendido su casa de Cala Salada. Y, como quiero seguir viéndola, he aceptado su invitación a París cuando se calme el maldito Covid19.