Como hemos dicho en otras ocasiones, este Govern da la sensación de estar más preocupado por las formas que por el fondo, de hacer muchas reuniones con mucha gente muchos días seguidos que de tomar una decisión acertada y certera ni que sea en la soledad del despacho de un conseller, de enviar mensajes que calmen no se sé si a sí mismo, a sus socios, a sus votantes o a la población en general que de que esos mensajes sean veraces.
Esto es lo que ha pasado con el plan de ayudas, bonificaciones y préstamos anunciado a bombo y platillo el pasado viernes por la presidenta del Govern, Francina Armengol, después del multitudinario encuentro del Pacto por la Reconstrucción de Baleares. Había tanta gente, tanto presencial como de forma telemática, que si no estás allí, no eres nadie en estas Islas.
El plan es la reacción apresurada del Govern ante la manifestación del pasado martes cuando 4.000 ciudadanos de Mallorca, tierra que no se caracteriza por su belicosidad, salieron a la calle, en una concentración no autorizada, para pedir la dimisión de «la borracha Armengol», uno de los gritos que se corearon durante las cinco horas de tumultuosa protesta ante las sedes del Govern, Delegación del Gobierno, Audiencia Provincial, Ayuntamiento de Palma y Parlament balear, donde algunos se hicieron los chulos ante los antidisturbios y amenazaron con «entrar», algo que no intentaron.
La ciudadanía no perdona las copas de Armengol y ella, aunque no le guste, tiene que asumir que ya no será vista como la presidenta del Govern a secas hasta que pase esta crisis sanitaria como poco. Es la presidenta que incumplió el horario que ella había impuesto al resto de los ciudadanos para tomarse un gin tonic en un truculento episodio de desmayos e indisposiciones, metiras, engaños y ocultaciones, la misma que tiene el gatillo ágil para cerrar locales sin ayudas.
El plan es mejor que nada, obviamente. Tiene, no obstante, algunos aspectos muy sorprendentes. Chapuceros me atrevo a decir.
Primero. No se sabe muy bien cuáles serán las ayudas de los ayuntamientos, ni para qué, ni cómo, ni nada. Solo que serán 20 millones, 10 del Govern, 10 de los municipios, los que quieran.
Da la sensación de que la maquinaria propagandística de Presidencia tenía como objetivo llegar a un plan de 100 millones, una cifra redonda y muy chula, y todo valía con tal de engordarla.
Segundo. Hasta primera hora de la tarde, no supieron los consells cuál iba a ser su aportación. Daba igual, lo importante era tener 30 millones (15+15) para llegar a los 100.
Tercero. Refleja improvisación y prisas que las ayudas sean lineales y que no tengan en cuenta ni los metros cuadrados ni los empleados de los negocios de hostelería, lo que puede suponer que a algunos empresarios la ayuda le cunda y a otros no les llegue a un diente. Refleja prisas y que se trata de un plan presentado apresuradamente sin la suficiente reflexión, lo que desmentiría que el Govern llevara una semana trabajando en él, o lo que es pero, que no han sabido hacer más en una semana.
Lo que sí ha sabido hacer el Govern es vetar el acceso a las ayudas a los locales que tengan algún expediente de sanción por tener acta de incumplimiento de las medidas sanitarias abierto, una medida que me parece apropiada para casos firmes, es decir, con el expediente cerrado, y de cierta gravedad, y desproporcionada para casos leves cuya sanción no es firme.
También ha sabido el Govern externalizar de forma magistral el marrón de la tramitación a los consells, administraciones que no solo pagan la fiesta, sino que hacen el trabajo sucio mientras Armengol trata de ponerse las medallas. En el Consell d'Eivissa tienen decidido que las peticiones de ayudas serán exclusivamente on line y tiemblan por la infraestructura, ya que habrá una avalancha.
La línea de préstamos blandos y las condiciones de los mismos es acertada y merece ser aplaudida. Como todo el mundo sabe, un préstamo no es una ayuda. Por este motivo, este periódico tituló plan de ayudas, bonificaciones y préstamos y no se tragó la treta de que había 100 millones en ayudas.
Chirría que se haya incluido una línea para inversiones dentro del paquete para ayudar a paliar los efectos de los cierres totales o parciales, otro elemento que me induce a pensar que el objetivo era superar los 100 millones.
wLa comida de De la Concha. También escuecen y mucho las dos comidas organizadas por la consellera de Agricultura, Mae de la Concha, la que no podía vivir sin el sobresueldo de 22.000 euros, pero que se ha conformado con el de 18.000 euros aprobado recientemente, en dos comidas multitudinarias con el ministro de Agricultura.
Según publicó hace unos días Diario de Mallorca, la consellera podemita agasajó al ministro de Agricultura, Luis Planas, (confieso que no sabía que ése era su nombre, ni de su existencia, ni le había puesto cara hasta que lo busqué, lo que demuestra su irrelevancia política), con una cena con 24 comensales el 25 de noviembre y una comida con 26 comensales el día 26 en dos locales de Mallorca aprovechando la cumbre entre España e Italia celebrada en Palma.
Agricultura justificó los encuentros, más o menos como hizo en su momento El Español de Pedro J. Ramírez, aduciendo que se cumplían las distancias y que las mesas eran de seis personas.
A nadie escapa que a una titular de una cartera autonómica se le espera algo más de luces para evitar meterse en fregados de este calibre, máxime después del caso Hat. Probablemente no se incumplió ninguna norma sanitaria, pero eso al ciudadano de a pie le da igual y le enerva sobremanera cuando le cierran el local y no le dejan trabajar.