San Vicent de sa Cala celebró ayer su día grande con unos actos muy descafeinados debido a las restricciones por la pandemia. La misa del patrón, habitualmente multitudinaria, solo contó con la presencia de las autoridades y alrededor de una treintena de vecinos.
A la salida del acto religioso, los asistentes departieron unos minutos pero no pudieron saborear bunyols, como manda la tradición.