En su regreso al baluarte de Sant Pere, el Ayuntamiento de Ibiza hizo ayer entrega de las medallas de oro de la ciudad a Julia Cano, José Luis Roselló y Elías Torres. El acto solemne, marcado por los discursos serios, tuvo su punto más fresco y desenfadado en los agradecimientos finales de los galardonados.
El alcalde de Ibiza, Rafael Ruiz, tuvo en primer lugar un recuerdo a los galardonados del año pasado, el colectivo de sanitarios, en un acto «todavía con mascarilla».
De Julia Cano quiso poner en valor su cualidad como pionera. Fue la primera instructora provincial de gimnasia rítmica, primera mujer de Ibiza al obtener el título de profesora nacional de Educación Física en la primera promoción de España y la primera profesora de instituto de Educación Física en Ibiza.
En el ámbito del deporte fue récord balear en atletismo, en las modalidades de salto de longitud y lanzamiento de jabalina, impulsora en Ibiza de la gimnasia en especial, pero también de otros deportes como el voleibol y el baloncesto, así como fundadora de diferentes clubes durante su dilatada carrera.
El director del Patronato Municipal de Deportes, Josep Antoni Bonet, fue el encargado de hacer elogio a la galardonada.
«Yo no era consciente de haber hecho tantas cosas, os lo juro», dijo sobre el atril, arrancando sonrisas entre el público. Recibió, enérgica a sus 91 años, la Medalla de Oro, que mostró al público como si de una montera se tratase para celebrarla al público. «Os quiero y os llevo en mi alma».
José Luis Roselló, nacido en la plaza del Parque, a pocos metros de donde recibió anoche el galardón, ingresó a los 30 años en la carrera diplomática.
A modo de anécdota, el alcalde recordó la participación de Roselló en las negociaciones para lograr el regreso del Guernica de Picasso desde Nueva York a España.
En el elogio, Pedro Vilás también hizo referencia al ejercicio de su cargo en Angola, «con peligro para su vida» o a su labor como representante permanente en la ONU.
Roselló quiso, en primer lugar, pedir disculpas por su atuendo, traje y zapatillas, «como se dice en Ibiza, fet un Sant Cristo». «Esta tarde mi esposa y yo hemos descubierto, con horror, que los zapatos no me cabían», explicó, provocando carcajadas.
El homenaje que hizo a sus padres desató aplausos entre el público y tuvo también palabras para destacar la importancia del turismo en la isla, industria con la que colaboró con la celebración de una Semana de Ibiza en Nueva York en la que hubo un desfile Adlib «que por lo vaporoso de los vestidos dejó sin aliento a algunos asistentes».
Elías Torres fue el tercer homenajeado de la noche, «un arquitecto de soluciones, respetuoso con el herencia recibida y a la vez plenamente consciente del momento que lo rodea, de las necesidades y la respuesta que un espacio tiene que dar en cada tiempo y situación», quiso destacar Ruiz.
Felip Cirer, amigo suyo desde que se conocieran en unas charlas culturales en Formentera en 1992, hizo un recorrido sin papeles por algunos episodios, más biográficos que académicos, en los que destacó la pasión por las iglesias de la isla del que fuera arquitecto diocesano. En preparación está, según explicó, un libro de más de 500 páginas sobre los templos más antiguos de la isla «que si no ha salido a la luz es por lo perfeccionista que es Elías».
Torres subió al atril con un discurso que fue un fogonazo de «chispas de una manera colectiva de vivir», según sus palabras.
Retazos casi poéticos de recuerdos de infancia, paredes encaladas en las que los mosquitos muertos dejan estallidos de sangre, «quitar la mancha con una hoja de afeitar»; o el recuerdo de una mujer que vivía en Dalt Vila y llevaba pantalones de la postguerra, a la que cuando un cura le reprendió por su vestimenta, ella le espetó que llevaría falda cuando él clérigo se pusiera pantalones».