La psicóloga clínica Desirée Guillén Fopiani está al frente en las Pitiusas del Programa de Atención y Prevención del Suicidio (APS), impulsado por el Área de Salud con el objetivo de tratar y realizar un seguimiento específico a personas que hayan intentado quitarse la vida o bien presenten riesgo autolítico. Guillén pasa consulta a diario, tres días en Can Misses en la consulta de adultos y otros días en la unidad de salud mental infanto-juvenil que está en el Centro de Salud de Vila.
«Atiendo una media de cinco pacientes cada día. Cada semana hay algún caso nuevo», explica esta psicóloga clínica, quien afirma que es complicado atribuir a una única causa el hecho de que una persona «pueda encontrarse en una situación de desesperanza tal que no encuentre otra salida a su dolor que quitarse la vida. Es la única solución que no tiene vuelta atrás; son situaciones complejas en las que pueden influir muchísimos factores», precisa.
El suicidio es una realidad que ha existido siempre, igual que siempre ha existido cierto tabú en abordarlo. La principal diferencia es que ahora se habla sobre ello: «Ahora parece que tenemos de golpe mucho, pero la verdad es que ahora estamos hablando de ello», apunta Guillén.
Prevención
Precisamente, gracias al hecho de que se está hablando y centrando el foco en esta realidad se consigue actuar y, sobre todo, trabajar en su prevención, que es lo que hacen en el PAS. «Es verdad que estamos notando cierto incremento en estos últimos meses de pandemia, sobre todo en la población más joven», apunta. Guillén quiere dejar claro que hay que centrar el foco también en la población joven ya que son «esponjas que absorben los problemas de su entorno y tienen menos herramientas para manejarlos, para lidiar con el mundo y consigo mismos y son mucho más absolutos e impulsivos». A esto se suma que a los más jóvenes les cuesta «más mirar al futuro» y viven el tiempo de manera «muy diferente a un adulto. Un mes de sufrimiento en un niño equivale a un año en un adulto.
Tendemos a banalizar o minimizar el sufrimiento de los más jóvenes, atribuyéndolo a algo pasajero, exagerado o de la edad. Y esto es un gran error porque nunca debemos juzgar el sentimiento y la vivencia de otra persona». ¿Y cómo se detecta que un adolescente o niño no está bien? «El principal síntoma de depresión en niños y adolescentes es la irritabilidad y no la tristeza. Gritos, salidas de tono desafiantes e inoportunas y portazos, por ejemplo, a menudo enmascaran un problema», precisa la responsable de este programa.
¿Cómo funciona?
Cuando hay un intento de suicidio, la persona es atendida en Urgencias y allí le valora un psquiatra, que es el que cursa la derivación al PAS. Según explica Guillén, no disponen de un registro de urgencias atendidas en este sentido. Las derivaciones reciben una primera llamada de acogida en 48 o 72 horas. En esta llamada se valoran los riesgos «y se dan pautas de manejo tanto a familiares afectados como a profesionales vinculados con el caso y son atendidas presencialmente en un plazo máximo de siete días». A partir de ese momento se hace un seguimiento semanal o quincenal «con desvanecimiento de consultas hasta un máximo de tres a seis meses, flexibilizando según el caso».
En función del riesgo detectado, según prosigue explicando Guillén, se decide la intervención más pertinente para el paciente. «En cualquier caso, y a nivel general, la intervención va encaminada a acoger, estabilizar y dar seguridad al paciente evaluando continuamente los factores de riesgo». Posteriormente, se realiza una terapia más específica para «la búsqueda de manera activa de otras alternativas a sus problemas y para aumentar las habilidades de afrontamiento». Además de las consultas presenciales existe un seguimiento telefónico y la frecuencia del mismo se fija según sea el caso y su evolución.
Problema complejo
La responsable de este programa de atención y prevención del suicidio afirma que el suicidio es un «problema complejo y multicausal, que trasciende lo clínico». En este sentido, quiere recalcar que hay muchas personas y profesionales que están haciendo una gran labor de prevención, como es el caso de centros escolares, servicios sociales, centros residenciales y familiares, por ejemplo, con quien se coordina continuamente. «Casi a diario hablo con personas y profesionales que hacen una labor de sostén muy buena. La solución a este tipo de problemática tan compleja pasa por la necesidad de crear una buena red de comunicación para hacer una intervención integral y más completa. Es nuestra manera de trabajar», precisa Guillén.
En el caso de la población escolar existe el programa de coordinación Cooreduca Salut Mental, que enlaza y coordina los centros escolares con Atención Primaria y los servicios de salud mental especializados. En este sentido, el Observatorio del Suicidio del Servicio de Salud acaba de publicar una guía informativa y de primer abordaje de la conducta suicida, así como un protocolo de actuación para la prevención del suicidio en centros escolares.
El programa de Atención y Prevención del Suicidio de las Pitiusas también está trabajando la coordinación con residencias de personas mayores, personas dependientes y/o con discapacidad. «La prevención del suicidio se consigue con la colaboración de todos», concluye Guillén.