Es capaz de recordar casi 50 años después las enfermedades que provocaron que los niños de Ibiza acudieran a su consulta. Eladio Merino Tapia (Córdoba, 1944) llegó a la isla a finales de los años 60 y, ya retirado, sigue siendo un referente en el mundo de la medicina infantil.
—Participó recientemente en la Reunión Anual de la Sociedad de Pediatría Balear que se celebró en Ibiza.
—Llevé a cabo un relato de la Pediatría en Ibiza y Formentera a partir del siglo pasado y hablé de lo que me encontré cuando vine a la isla en el año 1969 con todas las carencias que había.
—¿Qué se encontró al llegar a Ibiza?
—La isla estaba muy atrasada en relación a la asistencia sanitaria, particularmente en la atención pública porque no había ninguna institución. No había un hospital donde pudieran ingresarse niños. Tampoco servicio de urgencias. Así, al principio éramos sólo dos pediatras para una población de unas 50.000 personas entre Ibiza y Formentera. Hacíamos guardia las 24 horas del día, también sábados, domingos y festivos, y era una situación muy estresante y agotadora.
—Prácticamente todos los ibicencos de una generación han pasado por su consulta. Con sólo dos especialistas en la isla, vivirían momentos difíciles.
—Era bastante complicado. Por nuestro propio carácter y juventud, éramos capaces de soportarlo, pero era muy duro. Sin duda, ha dejado huella en nosotros porque hemos vivido muchísimas situaciones de estrés, de agotamiento físico y psicológico. De hecho, cuando vine había un pediatra y cuando llegó otro, el primero dejó la Pediatría porque estaba quemado física y psicológicamente puesto que fueron unos años muy duros.
—¿Y por qué es tan difícil encontrar pediatras para que trabajen aquí?
—No sé por qué razón el número de especialistas que sale es insuficiente para cubrir todas las plazas que se han creado. Es verdad que se han creado muchas de golpe y no sé si el nivel tan elevado que exigen para entrar en Medicina, unido a las dificultades para pasar el MIR, pueden frenar a los interesados en entrar en Pediatría. Realmente, la sanidad pública no está muy bien pagada e Ibiza es muy cara y muchos pediatras que podrían estar disponibles, no vienen aquí. Además, pienso que habría que crear incentivos -que eso es responsabilidad del Govern- para que los pediatras se animaran a venir, mejorar sus condiciones o facilitarles viviendas.
—¿En estos años han cambiado también las dolencias que sufren los niños?
—Sí, algunas han cambiado. En las jornadas, hablé de enfermedades que tanta lata nos causaron en los años 70 y 80 por la falta de vacunas. Una de ellas, fundamentalmente, es el sarampión. Hoy en día se ve algún brote aislado, pero es una enfermedad prácticamente desaparecida. A comienzos de los 70, era una patología frecuentísima y atendíamos a cientos de niños que la sufrían, algunos con complicaciones serias. Nos veíamos obligados a mandarlos a Son Dureta para que fueran atendidos porque aquí no había medios.
—Con el coronavirus puede suceder lo mismo.
—Yo confío en que sí y es la esperanza que todos tenemos. La vacunación ha demostrado la enorme eficacia que tiene. Hoy en día podemos tener una vida casi normal gracias al efecto de las vacunas y lo probable es que las mutaciones que vayan surgiendo se puedan ir controlando con la vacunación masiva de la población. Creo que quedará como una enfermedad residual; que pase como con la gripe, que no ha desaparecido, pero sí se ha controlado.
—Los niños lo han pasado especialmente mal durante la pandemia.
—Sí. Desde el punto de vista patológico no les ha impactado demasiado. Sin embargo, por la situación vivida, sí se han apreciado una serie de alteraciones como consecuencia de la pandemia y de las medidas restrictivas que hemos padecido durante tanto tiempo. A algunos niños les ha dado por comer más de la cuenta y se ha visto un incremento de la obesidad infantil. En general, han tenido menos exposición solar y una menor actividad física y hemos visto problemas de ansiedad que se han traducido en comportamientos violentos, falta de autoestima e incluso, en adolescentes, se ha comprobado un aumento del índice de autolisis.
—Los intentos de suicidio entre jóvenes es algo muy preocupante.
—Sí, son patologías añadidas derivadas de todo el problema que nos ha creado la pandemia. Son daños colaterales.
—¿Recomendará la vacunación contra la covid-19 en el caso de los niños?
—Muchas de las vacunas que existen se suministran a adultos y luego se regulan las dosis para los niños, como se hace con la vacuna de la gripe, por ejemplo. Con esto pasará igual. Hay evidencias por parte de autoridades sanitarias a nivel mundial -esperemos que también en España- que hacen pensar en la conveniencia de vacunar a la población infantil y juvenil para que el porcentaje de gente inmunizada sea mayor y le pongamos un cerco más amplio al virus.
—Ahora tiene nietos, ¿es su pediatra?
—Con mis hijos he sido su pediatra y les he atendido en todas sus enfermedades. Con mis nietos no me he atrevido y los lleva un compañero.