En pleno verano, los mostradores de las pescaderías del mercado muestran más vida que nunca. No solo respecto a la clientela, que llena de ambiente los pasillos del Mercat Nou. Entre los pescados expuestos también se muestra más vida que nunca. Literalmente. Es el caso de la langosta, que posa con vida sobre los hielos de los estantes moviendo sus antenas torpemente. Casi podría interpretarse como saludo, como reclamo o como prueba de su calidad. «Lo que pasa es que muertas no las quiere nadie», aseguraba María, responsable de Pescados Oliver, quien reconocía que no le queda más remedio que congelarlas en caso de que pierdan la vida antes de su venta.
Pese a abundar en la mayor parte de los puestos dedicados al pescado, la mañana de ayer solo un ejemplar de langosta tenía acento ibicenco.
Langosta ibicenca
Se encontraba en Pescados Oliver y lucía el distintivo de Peix Nostrum que garantiza su origen. María y Oliver son madre e hijo y los dos se encargan de esta pescadería. «Como la langosta ibicenca no hay nada es un auténtico manjar», aseguraba el hijo, «lo que pasa es que la pesca está muy controlada; cada pescador no puede capturar más que un número limitado de ejemplares y durante un tiempo determinado». Y es que la veda de la pesca de la langosta está a un mes de comenzar, desde el 1 de septiembre hasta el próximo 30 de marzo. María, desde su veteranía, matizaba que «la otra langosta (que es de Alicante) también es deliciosa. Además, por mucha langosta ibicenca que hubiera, nunca se pescaría la suficiente. Todo el mundo la pide», sin dejar de reconocer que este año se observa una menor captura del molusco ibicenco.
Lujo
Hay numerosas recetas a la hora de preparar langosta, la mayoría prohibitivas en las mesas de los restaurantes. Sin embargo, Oliver ofrece la suya, a priori, más austera: «Con patatas y huevo frito. No necesitas nada más». «Si pudiera, la compraría de vez en cuando», reconocía con resignación Pepita ante el mostrador de Pescados Vicente, mientras aseguraba que su plato favorito con langosta es en forma de caldereta.
La frustración de Pepita viene derivada del precio. No en vano estamos hablando de la protagonista de las mesas del lujo ibicenco por definición. Un lujo ibicenco que asciende a 139 euros el kilo. Kilo que ronda cada uno de los ejemplares y que, en la mesa, alcanza para dos comensales. Un precio que Oliver no considera sobrevalorado y que compara con el de la gamba ibicenca, «tiene exactamente el mismo precio». La gamba ibicenca, con su rojo característico, no solo comparte precio con su vecina, la langosta, también comparte la circunstancia de que sus capturas se han visto mermadas durante esta temporada estival. Circunstancia que, llevadas a la ‘sagrada' ley de la oferta y la demanda, restrinja estos productos solo a ciertos bolsillos.