«Fue un año muy duro. No te imaginas cuanto». Así empieza el relato de la crudeza de la leucemia. Un cáncer, que cada año afecta a más de 5.000 españoles. Matilde Amor, le pone voz y nombre a una enfermedad que, a pesar de tener un tratamiento efectivo, hace que el miedo invada el cuerpo y que salir adelante se complique porque es una una carrera contracorriente que se convierte en «una montaña rusa de emociones».
Matilde recibió la noticia un 30 de diciembre, con 46 años y a punto de empezar los preparativos para despedir el año y recibir el nuevo lleno de ilusión. «Fue un shock, pero decidí luchar», expresa. Dentro de la mala noticia, la esperanza llegó de la mano de su hermana. Fue sometida a un trasplante alogénico, en el cuál no se necesita un 100 % de compatibilidad de las células madre y se hace a través de una donación de células por catéter por el pecho. Sin embargo, el proceso iba a ser más complejo. «La necesidad de empezar rápido era imperiosa. Me dijeron que sí o sí debíamos empezar el tratamiento», pero la primera fase no tuvo el resultado esperado y a los tres meses cayó de nuevo. «Estaba aislada en una habitación recibiendo quimioterapia para eliminar las células malignas y estaba muy débil. De hecho, me quedé sorda a raíz de la falta de defensas».
En el trasplante de médula, el cuerpo queda debilitado a causa de la extracción de células madre infectadas por el cáncer. «En este momento no tenía muchas fuerzas porque en el proceso, te quedas muy floja porque te dejan el sistema inmune tocado», afirma con voz temblorosa recordando un pasado en el que el miedo le recorría el cuerpo.
A lo largo del proceso, el aislamiento fue muy duro. Había momentos psicológicamente muy duros. «Al principio me lo tomé como un reto. Decía que no necesitaba un psicólogo, pero al final, te desmoronas en cualquier momento y no estaba preparada. Sufrí mucho en el momento que todo el proceso se paró», pero seguía habiendo atisbos para la esperanza. «Empezamos un nuevo tratamiento en noviembre, que falló inmediatamente y por último me hacen un trasplante con la doctora Sampol que fue perfecto y sigue funcionando 10 años después».
A pesar de todo lo que envuelve estas situaciones y que posiblemente, haya momentos de bajeza en las que los pacientes se quieren rendir, Matilda se refugió en toda su familia. «No quería dejar solos a mis hijos. La manera en la que me arropó mi familia fue todo más fácil y encontré las fuerzas con las que luchar en momentos tan complicados», confiesa y añade que sus compañeros de trabajo también ayudaron mucho para hacerle sentir bien. «Me propusieron un trabajo en el que pudiese estar cómoda y no sufrir a la hora de hacer según que actividad. Pusieron todo de su parte para que todo siguiese igual».
La responsable del último tratamiento fue la doctora Antònia Sampol que asegura que Matilde tuvo mucha suerte al poder tener un donante familiar. «La mayoría de casos el donante es ajeno al paciente y tiene que esperar mucho tiempo para encontrar a alguien compatible», comenta la doctora, que analiza la necesidad de tener más donantes en Baleares. «Actualmente hay 133 personas en lista, pero son muy pocos comparando con los 5.000 de Cataluña o por ejemplo con Canarias, que nos superan en número». De hecho, la mayoría de trasplantes se hacen con donantes de Alemania que suponen un «37 % de las donaciones y tan solo un 27 % son españoles», por lo que hace un llamamiento para reclutar a más gente para la causa, «es necesario tener a más gente en la bolsa de aquí».
Actualmente, en Baleares se han realizado más de 1.000 trasplantes de médula, en los que se incluyen diversos pacientes que lo han realizado como Matilde, a través de un proceso alogénico, ya que permite más versatilidad para los pacientes. A través de este método, se pueden tratar de manera más accesible el mieloma múltiple ya que se pueden guardar las células malignas y guardar las sanas para después volver a introducirlas a través de un método autólogo.