Aurora y Gela son dos mujeres sin hogar que duermen en dos poblados chabolistas de Palma. Aurora lo hace en un refugio ubicado en la antigua cárcel de Palma, que pronto será desalojado para construir vivienda social, y Gela vive en un asentamiento gitano aislado e incomunicado. Ambas participan desde hace tiempo en el Círculo de mujeres, una red que apoya la resiliencia de las mujeres en situación de vulnerabilidad para la superación y para recorrer el camino a la inclusión social.
Esta red de apoyo, impulsada por la ONG Metges del Món Illes Balears, sirve como refugio emocional para estas supervivientes sin hogar. Personas que, según Belén Matesanz, enfermera experta en personas sin hogar y coordinadora autonómica de Metges del Món Illes Balears, son «duras» y «resilientes». No obstante, destacó que, aunque son mujeres muy fuertes, necesitan acompañamiento durante su proceso de inclusión en la sociedad.
«La sociedad tiene que empezar a ver a estas personas porque son invisibles. Llamamos antes a la policía al ver a un guiri borracho que al ver a una persona sin hogar muriéndose de frío», lamentó Belén Matesanz durante la conferencia de inauguración, celebrada en la Sala Capitular del Ayuntamiento de Vila, del primer ciclo de sensibilización sobre la problemática de las personas en situación de exclusión social Tan a prop, tan iguales.
Mirada más global
En este sentido, subrayó que «necesitamos abrir más los ojos» y tener una mirada más global a la hora de mirar a estas personas. También, durante esta conferencia, Matesanz exigió más recursos y medios para las personas sin techo e indicó que no pueden contar sólo como recursos con un centro de día de baja exigencia y otro centro de alta exigencia. «¿Dónde están los recursos intermedios? Si a una persona la expulsan de uno de estos espacios, ¿a dónde va?», lamentó, al mismo tiempo que solicitaba una «interdisciplinariedad de servicios» para poder cubrir las necesidades de estas personas.
Mientras continuaba con su charla ante decenas de personas, en la pantalla se observaban las portadas de varios libros vinculados al sinhogarismo como fenómeno invisible. Estos ejemplares fueron La ciudad que habito o Hazme visible. «No podemos hablar de procesos de inclusión cuando estos afectados no tienen techo ni agua ni luz. Es importante cambiar el discurso y enfocarlo en la necesidad de más vivienda social y la aplicación de los topes al alquiler», subrayó.
También se apoyó en un estudio sobre personas en situación de sinhogarismo que establecía que las víctimas de agresiones que se viven en la calle son en un mayor porcentaje mujeres y que hay féminas sin hogar que se ven obligadas a ejercer la prostitución como mecanismo para obtener un lugar donde dormir. «Muchas de ellas viven las agresiones sexuales como si fuera algo normal de su condición y esto me aterra. No me aterran los asentamientos chabolistas – porque son consecuencia del problema de la vivienda – me aterra que como sociedad aceptemos estas agresiones y no se denuncien», explicó Belén Matesanz, resaltando la palabra Aporofobia (miedo y rechazo hacia la pobreza y hacia las personas pobres) durante su discurso.
Tras su intervención, fue el turno de las dos mujeres supervivientes: Aurora y Gela. Ambas, con su rostro, alma e historia, hicieron testigos a los presentes de su relato. Desde el principio se mostraron muy agradecidas con todo el personal de Metges del Món Illes Balears que ayer estuvo presente en la conferencia y valoraron positivamente el Círculo de mujeres al que pertenecen. «Estoy viva gracias a ellas», afirmó Gela refiriéndose al personal de esta ONG.
En esta misma línea se mostró Aurora de 52 años, quien lleva cerca de cuatro años intentando conseguir un puesto de trabajo. A esta falta de trabajo, indicó, se le suma también el inmediato desalojo del asentamiento chabolista en el que vive, ubicado en la antigua cárcel de Palma. «Somos entre 90 y 250 personas, ya que muchos vienen a dormir y se van. No sé qué haremos después del desalojo», lamentó con preocupación, mientras afirmaba que, debido a las condiciones en las que viven en este poblado, «le picó un bicho» y tuvieron que operarle de urgencia porque se complicó la infección.
En este sentido, destacó que viven actualmente sin luz y sin agua, aunque durante un tiempo estuvieron enganchados a la red eléctrica. Respecto a las dificultades que afrontan cada día estas mujeres, están las barreras que viven a la hora de ser atendidas por la sanidad pública o la falta de acompañamiento social.
Al lado de Aurora estaba Gela, una mujer de etnia gitana de 65 años, quien de forma muy risueña agregó que todas las mujeres que forman parte de esta ONG en Balears son sus «ídolas». En relación al Círculo de mujeres, que es un refugio emocional para todas ellas, destacó que en la vida es «importante flotar y para ello hay que salir del infierno».