El 5 de noviembre de 2005 fue cuando Joan ‘Maiol’ cruzó las puertas del bar Kenene por primera vez. ‘Maiol’ fue el primer cliente del local que Tasio Muñoz ‘Kenene’, con la ayuda de su hermano y socio Félix, había inaugurado en pleno barrio de Cas Serres. «Yo tenía claro que quería montar una taberna», recuerda Tasio, quien confiesa que «como no tenía ni idea de hostelería, le pedí ayuda a mi hermano Félix, que sí tenía experiencia, y enseguida nos pusimos en marcha». El nombre del bar también surgió de forma natural: «Kenene es el apodo de mi familia».
Bar familiar
Durante los primeros meses, Félix se encargaba de la barra mientras Tasio dominaba la cocina. El bar, ubicado en un barrio en plena transformación, rápidamente ganó la simpatía de los vecinos y trabajadores locales, como albañiles, electricistas y fontaneros. «Había obras por todas partes y el bar estaba lleno todos los días», comenta Tasio.
Con la llegada de la crisis de 2008, el flujo de clientes cambió, pero la resistencia de los hermanos permitió que, tras la tormenta, el Kenene siguiera siendo el punto de encuentro habitual para los vecinos. «Aguantamos como pudimos, para que nuestros clientes volvieran y encontraran el bar como siempre», añade Tasio, una filosofía que también aplicaron durante la pandemia.
La afluencia de clientes y la necesidad de manos adicionales llevó a la incorporación de Jose y Pepa, hijo y cuñada de Tasio, a la plantilla. No mucho después, Antonia, la esposa de Tasio y «el alma del Kenene», también se sumó al equipo, consolidando el espíritu familiar del lugar. Lorena, Sonia, Eva, Patri (la más veterana) y Giselth (la última incorporación) se unieron al equipo, contribuyendo al ambiente cercano y acogedor.
La cocina fue, sin duda, uno de los pilares del éxito del Kenene. Desde las primeras tapas que preparaba Tasio hasta las míticas paellas dominicales que cocinaba Antonia, «el verdadero espíritu del Kenene», subraya Tasio. «Llegamos a hacer hasta siete kilos de arroz todos los domingos», señala Antonia con modestia. Pero las paellas no eran lo único que destacaba: platos como el puchero, las papas a la gitana, las lentejas o el pollo al horno conquistaron a los clientes. Mención especial merece su tortilla de patatas, calificada por muchos como insustituible.
Constantino, cliente desde el primer día y amigo de toda la vida de Tasio, comenta con tristeza: «Las paellas de Antonia eran míticas, pero lo mejor del Kenene siempre ha sido su ambiente·. Toni, vecino del barrio, también destaca el buen hacer de Antonia: «Llevo viniendo desde el primer día y ella se merece un 10 por su trabajo y atención».
Tasio, gran aficionado a la tauromaquia, decoró el Kenene con fotos de toros y matadores, entre las cuales aparece él mismo vestido de luces. «Al principio solo puse unas pocas fotos, pero pronto se llenó», bromea Tasio. Además, durante años, el bar retransmitió las corridas de toros, atrayendo a toreros y aficionados, como Espartaco, Manuel Escribano y Joaquín España, quienes, junto con el amigo de la casa Labi, convirtieron al Kenene en el último refugio taurino de Ibiza.
«El Kenene es el último bar taurino que quedaba en Ibiza», lamenta Constantino. Para muchos, este aspecto del bar lo hacía único, y el cierre representa más que la despedida de un simple establecimiento. «Aquí los payos y los gitanos siempre hemos convivido en buena armonía», afirma Tasio.
Además de la decoración taurina, el ambiente flamenco del Kenene también era protagonista. «Cualquiera cogía la guitarra que tengo colgada junto a la foto de Camarón, y yo me ponía a cantar mientras los payos escuchaban y aplaudían», comenta Tasio, recordando las muchas noches de música y convivencia en el bar. «En el Kenene, entre payos y gitanos, la ventura siempre ha sido buena», añade Tasio.
Lugar de encuentro
El Kenene no solo era un bar, sino también un espacio de encuentro para la comunidad. «Aquí es donde nos encontramos los amigos de siempre», dice Víctor, un vecino que ha frecuentado el bar desde el día de su apertura. José Antonio, otro vecino, añade: «Siempre fue nuestro lugar de reunión; el ambiente es espectacular, igual que las manitas de cerdo y la lengua que prepara Antonia». Marcel, que viene desde Talamanca cada vez que puede, asegura que «la tapa de lengua es mi favorita».
Fátima, cliente de años, describe el bar como un espacio donde «solo te encuentras con buena gente», mientras que Héctor, cliente semanal, aprecia la cercanía del Kenene a la residencia. «Vengo todos los jueves aprovechando que está cerca de la residencia», comenta.
Legado
En 2023, Tasio se jubiló. Aunque Félix y Antonia se quedaron al frente del negocio, una operación y la dificultad para encontrar personal han llevado a la decisión de cerrar. «Estamos muy tristes con el cierre, el barrio lo echará mucho de menos», comenta Pedro, otro vecino. «La limpieza del local siempre ha sido espectacular», añade Angustias, quien también destaca la dedicación de Antonia en todo lo que hacía.
El impacto del cierre va más allá de la familia Muñoz. Catalina, trabajadora de los Servicios Sociales del barrio, lo resume perfectamente: «Es más que un bar. La tortilla de patatas de Antonia es insustituible, y el cierre del Kenene es una pérdida para todos nosotros».
El Kenene ha sido más que un bar: ha sido un punto de referencia, un lugar donde los amigos, vecinos y desconocidos compartían algo más que tapas y copas. Aunque las puertas cierren, las historias y los recuerdos que surgieron en este rincón de Cas Serres perdurarán para siempre.