Con su carácter afable y amigable, sor Antonia rememora desde su despacho en el colegio Nuestra Señora de la Consolación de Ibiza, del cual es directora general, aquellos años de voluntariado en Perú. Fue ahí cuando conoció a Robert Francis Prevost, quien este jueves saltaba a la palestra mediática a nivel mundial por haber sido elegido como nuevo papa y con el nombre de León XIV.
Una elección que alegró enormemente a sor Antonia cuando se enteró: «No se hablaba de él pero, cuando comenzó el cónclave, pensé que sería una persona que uniría mucho a la Iglesia, y pensaba que sería la persona que necesitaríamos. Cuando me lo dijeron estuve muy contenta por lo que es, por lo bien preparado que está y porque creo que es una persona que puede hacer mucho bien, ya no solo a la Iglesia, sino también a la comunidad».
Su relación con León XIV deriva de sus labores como misioneros en el norte de Perú en la década de los noventa. Ella realizó sus labores en Magdalena de Cajamarca, mientras que el ahora papa, antes de que fuera nombrado obispo, estaba en Chulucanas, a unas pocas horas de distancia en coche. Sin embargo, como ambos formaban parte de la Orden de San Agustín, sor Antonia tuvo que visitarlos, y fue ahí cuando se conocieron.
«Esa fue la primera vez que nos conocimos. Estuvimos unos días visitando la zona, comiendo por ahí, hablando mucho con él en el convento. Después lo vi otras veces, pero no hablamos tanto. Sin embargo, sí que tuvo mucho contacto con nuestra congregación porque lo nombraron formador y estaba con los agustinos en Trujillo. Luego le hicieron obispo de Chiclayo, pero yo ya había vuelto a España», detalla sor Antonia.
Por su experiencia en esos encuentros, una característica que sor Antonia destaca de sus encuentros con Prevost es «su fraternidad, que es una característica común para los agustinos». También habla de él como una persona «muy cercana e inteligente, además de muy buen gestor. Ya estaba teniendo responsabilidades bajo el mandato de Francisco. Además, era una persona muy querida por la comunidad».
Experiencia
Los años que estuvieron trabajando en Perú fueron muy complicados en el país sudamericano. Era la época en la que se sucedían los atentados terroristas de Sendero Luminoso, que causaban una gran problemática social. Además, esa zona fue golpeada por el cólera dejando a cientos de afectados por la enfermedad. «Había mucho trabajo que hacer, pero se consiguieron grandes cosas. Yo fui como enfermera, aunque también ejercía como profesora. Pese a las dificultades, fue una experiencia maravillosa a nivel personal», destaca sor Antonia.
Durante los años de voluntariado, la directora de La Consolación explica que llevaron a cabo muchas labores para la comunidad. «Había muchas niñas en los caseríos –los diseminados– que no estaban escolarizadas y nosotros empezamos a ofrecerles esa educación. Además, teníamos placas solares y en esa época eran habituales los cortes de luz, por lo que muchos venían donde estábamos nosotros. Se hicieron obras. Hubo mucho trabajo, pero fue muy gratificante», apunta.
Bajo la perspectiva de sor Antonia, que Robert Prevost haya sido misionero puede ser muy positivo para su labor como papa «porque las personas que tienen esa experiencia se les nota a la hora de acercarse a la gente, en su sencillez. Y creo que eso se notó a la hora de salir a comunicarse a la gente».
Neus BucBájate del pedestal al que te has encaramado. Te queda demasiado alto.