Una historia de resiliencia y esperanza para quienes se encuentren perdidas y atrapadas en el círculo de silencio que rodea la violencia de género. Bajo esta premisa, la vecina de Ibiza Ana Planells se reúne en un parque con Periódico de Ibiza y Formentera para relatar su historia personal llena de experiencias vividas, reflexiones y agradecimientos. Lo hace de una forma sencilla y agradable, con una gran sensación interna de seguridad que hace años no sentía. Explica que le costó mucho tiempo reconocerse víctima y romper ese silencio que no le permitía narrar sus sufrimientos en primera persona.
Ahora, después de estos últimos años en terapia psicológica, señala que había relacionado la violencia contra las mujeres con las agresiones físicas porque este tipo de maltrato fue el que sufrió Ana en su infancia al ver a su padre agredir y golpear a su madre. «No llegaba la parte física y, como yo de pequeña viví esta situación, pensaba que mientras no hubiera golpes, no era violencia; crees que no está pasando», destaca esta valiente mujer, resaltando que no fue fácil describirse como una víctima y verbalizar socialmente las seis palabras que cambiarían totalmente esta vida de maltrato y dolor: «Soy víctima de violencia de género».
Oficina de la Dona
Una frase que, según afirma, fue capaz de pronunciar en voz alta gracias al trabajo que se lleva a cabo en la Oficina de la Dona de Ibiza, un espacio en el que se atiende a las víctimas de violencia machista.
En este sentido, Ana Planells subraya que hace cinco años, gracias a una amiga, acudió sin estar convencida a este servicio de asesoramiento para la mujer sin saber muy bien cómo explicar la situación que estaba viviendo. Fue entonces cuando, después de hablar con especialistas de la Oficina de la Dona, pudo empezar a afrontar y sanar este sufrimiento. «Llegué rota y perdida, sin ser del todo consciente de esta situación porque cuesta asumir lo que te pasa», precisa, mientras pronuncia emotivas palabras de agradecimiento hacia la amiga que supo guiarla hasta este espacio y también hacia la psicóloga Lucía, una de las especialistas que trabaja en este servicio de atención integral.
Un espacio que, cabe recordar, asiste en el programa de atención y tratamiento a víctimas de violencia de género a cerca de 500 mujeres de Ibiza. «Al llegar, te hacen una entrevista muy larga para conocer tu historia y después es cuando te dan una cita. El problema es que el servicio está muy colapsado porque es un organismo esencial y vital para mucha gente en un punto clave de su vida», agrega e indica que, debido a esta falta de medios dentro de este espacio, tuvo que compaginar la atención psicológica en la Oficina de la Dona y las sesiones privadas, ya que las citas públicas se programaban de forma muy distanciada.
No obstante, pese a este aumento de la presión asistencial, Ana Planells reconoce el esfuerzo y la gran ayuda que brinda este recurso a todas las usuarias que están sufriendo violencia de género. «Buscar ayuda es el primer paso para abordar la situación y asimilar esta dura realidad para dejar de justificar los comportamientos de los que había sido víctima», añade, haciendo hincapié en el acompañamiento que reciben estas mujeres a través de la Oficina de la Dona. Un largo camino de cinco años que le ha permitido dejar atrás de una vez para siempre ese temor y enfrentarse a una nueva situación para coger aire y empezar de cero junto a sus dos hijos pequeños.
Ahora, tras varios años escuchando que «no valía para nada», Ana Planells se muestra segura y fuerte tras «validar sus emociones, sentimientos y experiencias», aumentando su autoestima. Habla con la fuerza de quien ha atravesado un túnel largo y oscuro y ha logrado salir de la violencia más silenciosa; aquella que deja heridas sin sangre, pero profundas: psicológicas, emocionales, invisibles para muchos. Todavía recuerda algunos de los insultos que el padre de sus hijos le profirió durante años: «Tienes un carácter de mierda», «eres la culpable de todo» o «no me extraña que vivieras violencia en tu infancia». Son algunas de las frases hirientes que «este señor», así lo califica esta vecina de Ibiza cuando habla de esta persona, pronunciaba cuando se enfadaba.
Ana intenta hablar lo más mínimo de Juan (nombre ficticio) porque lo que busca esta valiente mujer con su relato es poder compartir la importancia de pedir ayuda, aliviar el dolor y que otras mujeres que se sientan reflejadas con su experiencia rompan su silencio antes de que empiecen a aislarse de su entorno, tal como le sucedió a ella. «Justificas lo injustificable y me aislé de mi madre; este señor ejercía sobre mí un control constante. No era sólo el abuso verbal o emocional, sino también la manipulación y el aislamiento», lamenta, explicando que la situación se volvió insostenible tras el nacimiento de sus dos hijos. «Fueron ellos los que me salvaron. No podía permitir que crecieran creyendo que eso era normal», apunta, explicando que fue entonces cuando decidió alejarse y separarse.
Denuncia
La situación no mejoró y denunció al padre de sus hijos, pero el proceso no fue fácil.
«La primera denuncia por maltrato psicológico se archivó, aunque la Fiscalía pidió que se recurriera. Es agotador, doloroso y muy duro el proceso; incluso cuando denuncias, el sistema te sienta al lado de tu agresor. No hay protección suficiente. Y mientras tanto, él seguía acosándome, persiguiéndome, llamando a mi trabajo y publicando cosas sobre mí en redes sociales», manifiesta con indignación, recordando todos los temores que tuvo que vivir tras la separación: «Cada día era una nueva acometida. También tenía que dar varias vueltas a la rotonda para comprobar que no me estuviese persiguiendo nuevamente o me desplazaba a parques infantiles más lejanos para que no me encontrara con mis hijos».
Una pesadilla constante que, finalmente, terminó en una orden de alejamiento contra «este señor». Ana destaca que el padre de sus hijos fue condenado por acoso, injurias y calumnias, y se le impuso un año de prisión y una orden de alejamiento de un año y medio. No obstante, esta vecina explica que esta persona no llegó a entrar en la cárcel porque no superaba los dos años de pena. Sin embargo, asegura que esa orden de alejamiento fue un respiro porque «me permitió respirar, tomar distancia y recuperar algo de control».
«Resiliencia»
Una sensación de fortaleza que, insiste, es gracias a su capacidad de «resiliencia», pero, sobre todo, a la ayuda que recibió durante cinco años en el servicio que ofrece la Oficina de la Dona, el trabajo de la especialista Lucía y la amiga que le abrió los ojos. «Ellas me han sostenido. Me arrepiento de haberme distanciado de mi madre. Ella me acogió cuando me separé, que era cuando más lo necesitaba», destaca, lamentando que falleció hace pocos años mientras Ana todavía seguía recibiendo atención psicológica en la Oficina de la Dona.
«Ojalá me viera ahora», destaca emocionada con un hilo de voz, recalcando que lo único que espera es que esta historia personal sirva a otras mujeres a salir del pozo en donde ella misma estaba. «Es muy importante que si alguien observa algo negativo, lo diga, aunque la propia víctima no quiera escuchar en ese momento porque un día esta mujer puede hacer clic y ver la realidad que la rodea», afirma con rotundidad, al mismo tiempo que destaca con satisfacción que ha sanado y ha recuperado su vida.
«Después de muchos años me siento en paz», asegura, mientras explica que sus hijos lo son todo para ella. «Sólo espero que el día de mañana no justifiquen lo que vivieron, como hice yo. Quiero que sean conscientes, que sepan que merecen una vida sin miedo», asegura. En este sentido, agrega que están viviendo un entorno complicado y complejo. «Hay que darles confianza y seguridad, utilizar la escucha activa con ellos, abrazarles, sonreírles y validar lo que ellos sienten en cada momento», puntualiza, resaltando la importancia de la autoestima y el apoyo necesarios para superar esta situación tan difícil y seguir adelante en la vida.
Datos
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cerca de 40.000 maltratadores fueron condenados con sentencia firme por agredir a sus parejas o exparejas en España en 2024, un 5,1% más que en 2023. Los casos de violencia de género registrados ese año se cifraron en un total de 36.442 víctimas. De ellas, 34.684 fueron mujeres, un 5,2% menos que en el año anterior. En la misma proporción descendió el número de varones denunciados.
También bajó el número de víctimas menores de edad en un 3,2%. Las cifras se desprenden de las órdenes de protección o medidas cautelares inscritas en el Registro Central para la Protección de las Víctimas de la Violencia Doméstica y de Género del Ministerio de Justicia. En cuanto al perfil de víctimas y agresores, la mayoría de las mujeres víctimas tenían o habían tenido alguna relación sentimental con su agresor. El 39,9% mantenían una relación conyugal o de pareja de hecho o bien la habían finalizado con el hombre denunciado y el 37,8 % eran novias o exnovias.
El número de denuncias de exnovias y exparejas de hecho agredidas asciende a casi 15.000 casos, sin embargo, descienden en porcentaje un 19,6 respecto al año anterior. El perfil de las víctimas que más destaca es el de mujer de entre 30 y 44 años, ya que este grupo representa el 47,7% de las agredidas reconocidas. Esta franja de edad coincide con el perfil del agresor en casi la mitad de los casos. Un 48,8 % de los denunciados tienen esta edad. Los menores víctimas de violencia de género aumentan un 32 % y las mujeres un 12 %, según el INE.
La tasa de víctimas de violencia de género fue de 1,6 por cada 1.000 mujeres desde los 14 años en el ámbito nacional. La estadística refleja que 10 comunidades y dos ciudades autónomas superaron esa media y que los extremos se sitúan en Melilla, con un 4,8 % de las agresiones, y el País Vasco, con un 0,7%, que es la comunidad con menos incidencia de violencia de género reconocida.
ENPSi bien hay casos que son como tu dices, y se aprovecha la ley para sacar partido o hacer daño, leyendo el artículo, no me parece un caso así en absoluto. Por eso tiene mi solidaridad, porque lo que le ha pasado a ella también existe.