La macrorredada antidroga llevada a cabo este viernes en Sant Antoni sigue dando de qué hablar. Más allá de los siete detenidos confirmados por la Guardia Civil —seis hombres y una mujer—, lo que queda en el aire es el día a día de quienes conviven en el gran bloque de once plantas de la calle General Balançat, epicentro de la operación. Allí, la mezcla de alivio, escepticismo y miedo atraviesa a los vecinos, que en algunos casos llevan años denunciando una situación que describen como insostenible.
«Que echen a todos los traficantes»
Frente al supermercado situado junto al edificio, Dimiter pasa la mayor parte del día pidiendo algunas monedas a quienes salen con la compra. Él fue testigo directo del despliegue policial y celebra cualquier acción que sirva para poner freno al tráfico de drogas: «Me parece muy bien cualquier operación que se haga contra la droga que se ha llevado por delante a tantos jóvenes, ¡que echen a todos los traficantes!».
Eian, barbero en uno de los locales de los bajos del inmueble, reconoce que hasta el viernes no era consciente de la magnitud de lo que ocurría a su alrededor. «Es mi primera temporada aquí, siempre me pareció que el movimiento que se veía era normal», confiesa. «Por lo menos, nunca se metieron con nosotros ni nos dieron ningún problema». Respecto al operativo, recuerda cómo vivió la jornada laboral: «Cuando vinimos a abrir ya estaba toda la calle llena de policías, de prensa y de curiosos, pero pudimos trabajar con normalidad».
«Una gran favela»
El testimonio de Victoria, nombre ficticio que utiliza para protegerse de posibles represalias, es uno de los más duros. Vive en el décimo piso y describe uno de los apartamentos de su pasillo como «una gran cocina africana donde huele fatal desde primera hora de la mañana, siempre tienen la puerta abierta, están haciendo ruido las 24 horas y de donde salen muchísimas cucarachas».
Según denuncia, en su planta existen «tres pisos okupados donde una mujer alquila camas» y «otro piso en el que se vende droga». La violencia, dice, es constante: «Las peleas son continuas y el otro día amaneció con el suelo lleno de sangre». De ahí su definición del bloque como «una gran favela», en alusión tanto al estado del edificio como a la magnitud de sus once plantas.
La jornada de la redada no fue diferente en cuanto a tensiones internas. «Curiosamente, ayer estuvo la puerta (que siempre permanece abierta) cerrada mientras estuvo aquí la Policía. Cuando se marcharon, volvieron a abrir la puerta y se pudieron escuchar fuertes discusiones durante toda la noche», relata. Aun así, admite sentirse «más tranquila» tras la intervención policial, aunque añade con inquietud que cuando los agentes se fueron «me desearon suerte».
«Ciudad sin ley»
Un vecino que vive en el mismo bloque junto a sus dos hijos pequeños, coincide en que la vida en el edificio se ha convertido en un entorno hostil. «Es una gran ciudad sin ley», resume. Explica que «todo el día huele a drogas porque salen a fumar a la escalera» y asegura que el consumo de gas de la risa es habitual en las zonas comunes.
El vecino no duda en calificar de «mafia» a la comunidad subsahariana con la que convive en el edificio ni en apuntar a «los albaneses y marroquís de la calle» como «los verdaderos capos». El vecino, que insiste en subrayar su condición de «racista», apunta además al acoso al que se ven expuestas las mujeres del edificio. En este sentido, denuncia que varias vecinas han acabado marchándose por no soportar el acoso que sufrían cada vez que pasaban junto a determinados grupos: «Ha habido un par de chicas que se han marchado del edificio porque no soportaban el acoso constante».
Este vecino no oculta su desconfianza hacia el resultado de la operación. Califica la intervención como «pantomima: todo va a seguir igual» y reclama mayor contundencia: «Necesitamos más presencia policial, pero como la de ayer, la que de verdad intimida. No nos vale con que venga un par de ‘guardianes de la playa’ de vez en cuando».
Operativo
La operación del viernes movilizó a agentes del Grupo de Reserva y Seguridad (GRS), desplazados desde Valencia como parte de los refuerzos estivales. Su irrupción simultánea en dos pisos del edificio, a primera hora de la mañana, sorprendió a vecinos y transeúntes, que se agolparon en la calle para observar el dispositivo. Durante más de seis horas, la zona permaneció tomada por agentes, vehículos oficiales y medios de comunicación.
Finalmente, siete personas fueron detenidas y trasladadas en un furgón policial. La Guardia Civil atribuye a la organización investigada delitos de tráfico de drogas y también de robos. Aunque no ha trascendido qué material fue incautado, los investigadores no descartan la existencia de más pisos vinculados a actividades ilícitas en el bloque.
Entre el alivio y la incertidumbre
La intervención ha devuelto cierta sensación de calma entre algunos de los residentes, que ven en la redada un respiro temporal. Sin embargo, muchos de ellos comparten la idea de que, sin una vigilancia más constante, el edificio seguirá siendo un punto caliente. Como resume Victoria, la vecina del décimo piso, «este edificio es como una gran favela», una frase que condensa el sentimiento de abandono con el que conviven a diario quienes allí residen.
yatTú si que tienes poco mundo. Papanatas