La doctora en Biología Antònia Maria Cirer Costa (Ibiza, 1957) es una de las autoridades en el campo de todo lo relacionado con el medio natural de las Pitiusas, en especial de la lagartija Podarcis Pytiusensis. Desde que escribió su tesis doctoral acerca de esta especie, Cirer Costa se ha convertido en una defensora a ultranza del equilibrio natural de Ibiza y Formentera.
Durante una entrevista con Periódico de Ibiza y Formentera, Cirer Costa explicó la relación que existe entre el descenso poblacional de las lagartijas endémicas, gravemente amenazadas por la invasión de serpientes, y el aumento del peligroso escarabajo Tomicus, una especie que pone en peligro los pinares de la isla.
El escarabajo Tomicus daña los pinos perforando galerías bajo la corteza, donde la hembra deposita sus huevos. Las larvas se alimentan de la parte subcortical del pino, interrumpiendo el flujo de savia, lo que puede llevar al debilitamiento o incluso la muerte del árbol. Los adultos jóvenes se alimentan de la médula de las ramillas terminales en la copa, causando su caída. La proliferación de este escarabajo supone una grave amenaza para la masa forestal de las Pitiusas.
«El ecosistema es una red: cuando tú quitas una pieza, esta pieza deja de hacer cosas y estas cosas se pueden convertir en una plaga», cuenta la bióloga en referencia a la desaparición de las lagartijas y la proliferación del escarabajo.
«O bien, deja de hacer esas cosas y hay otro que ocupa su espacio, con lo que hay un cambio de funciones. Sobre todo en ecosistemas, digamos, limitados, como es un islote. Hay especies que hasta ahora no tenían preponderancia en el ecosistema y, de repente, se convierten en protagonistas. Por ejemplo, el Tomicus».
La bióloga explica que las lagartijas «comen larvas de todo tipo de invertebrado», entre ellas, las larvas del escarabajo Tomicus. «Escarabajos de Tomicus ha habido siempre, pero no era una plaga».
La explicación es sencilla: «Para las lagartijas, el escarabajo es un bocado al que no van a renunciar jamás. Si tienes cientos de lagartijas que cada mañana salen a buscar su alimento, a la que hay larvas de Tomicus, las lagartijas acaban con todas ellas, para ellas es un festín». La proliferación de serpientes invasoras, traídas desde la Península escondidas en olivos ornamentales durante más de una década, han terminado por diezmar gravemente la población de lagartijas, ahora incluida en la lista de Especies en Peligro de Extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés).
El nulo control de las administraciones en estas importaciones ornamentales ha jugado un papel clave: la desidia institucional ha cristalizado en la invasión de una especie ahora difícil de erradicar.
«Siempre queda alguna larva que acaba produciendo adultos y siempre ha habido tomicus, pero una cosa es tener poblaciones de diferentes niveles tróficos que estén en equilibrio unas con otras, que es lo que es un ecosistema, y otra cosa muy distinta es que quien ejercía el control de las poblaciones desaparezca y por lo tanto esto redunda rápidamente en poblaciones descontroladas que se convierten en plaga», explica la bióloga, en referencia a la proliferación de la plaga de Tomicus a raíz del desequilibrio que supone la desaparición de lagartijas, que esta bióloga califica como la «piedra angular» sobre la que se sostiene el delicado equilibrio natural de las Pitiusas y los islotes que las rodean.
Las Administraciones, por su parte, han intentado dar respuesta a esta crisis emplazando trampas de feromonas para atraer a los escarabajos. «Al final tiene que actuar el hombre con inventos químicos. Pero cualquier intervención siempre es más perjudicial que el equilibrio natural», advierte Cirer Costa. «Podríamos acabar dependiendo de estos parches permanentemente, tanto de las trampas de feromonas para el tomicus como de las trampas para serpientes», alerta.
«Si no hay una estrategia clara de presente, de medio plazo y de largo plazo lo único que se puede hacer es trampas, trampas y más trampas. Esto los particulares pueden hacerlo. Cualquier actuación un poquito más seria no lo puede hacer el ciudadano más o menos consciente, lo ha de hacer una institución más o menos organizada. Que para eso pagamos los impuestos, por cierto», recuerda Cirer Costa.
Este es el que mata los naranjos?