La Asociación de Madres y Padres de Personas con Discapacidad (Amadiba), que en 2025 ha cumplido 30 años, celebró ayer en Ibiza la quinta edición de su congreso. Bajo el lema 'Hablemos de lo que nos preocupa a todos', este encuentro reunió a profesionales, familias y personas con discapacidad para compartir experiencias y propuestas sobre inclusión, educación, comunicación, percepción sensorial y alimentación en el Trastorno del Espectro Autista (TEA).
El Auditorio del Centro Cultural de Jesús se convirtió en un foro para poner en valor el papel decisivo de las familias en materia de inclusión. En este sentido, el director del área de Educación de Amadiba, Tomeu Mercadal, habló sobre el modelo flexible de escolarización – que combina escolarización ordinaria, centros de educación especial cuando son necesarios, y modelos mixtos – adaptado al perfil y las necesidades de cada persona.
«Las familias son las que mejor conocen a sus hijos», resumieron varios ponentes y representantes de Amadiba. Esa premisa alimentó buena parte de las ponencias: los profesionales insistieron en que la inclusión no sólo pasa por llevar al alumnado a la escuela, sino por garantizar que participe y sea protagonista en su proceso de aprendizaje. Asimismo, se puso el foco en el dictamen de escolarización como instrumento orientador, en la coordinación entre los equipos de asesoramiento y orientación psicopedagógica, y en la necesidad de que las familias tengan voz y derecho a decidir cuando no están de acuerdo con un diagnóstico o con la modalidad de escolarización propuesta.
Para hablar sobre esta situación, el segundo bloque del congreso contó con la participación de familias que compartieron sus experiencias en diferentes modalidades de escolarización. Una de las voces destacadas fue la de Desirée, madre de un alumno escolarizado en una modalidad combinada – entre un centro ordinario y un centro específico –, que explicó su recorrido desde la educación Infantil hasta la Primaria. Desirée relató cómo la falta de recursos en la escuela ordinaria la llevó a buscar alternativas que garantizaran el desarrollo real de su hijo Aitor. «Cuando pasó a Primaria tenía mucho miedo porque la inclusión, tal como se entiende hoy, no existe si no hay acceso, presencia y participación reales. Si el niño no participa plenamente, no hay aprendizaje, y sin aprendizaje no puede haber inclusión», afirmó. «No voy a sacrificar su educación por una idea de inclusión que no se cumple», añadió, resaltando el proyecto educativo de la entidad en Sant Josep «por la implicación del personal y por el trato individualizado que ofrece a cada alumno».
Durante el congreso, Mercadal también abordó la elevada tasa de interinidad en los centros públicos de Ibiza, ya que, según lamentó, esta falta de plantillas estables dificulta el desarrollo de proyectos educativos a medio y largo plazo, rompe la continuidad en la atención y genera inseguridad en las familias. Por su parte, en el bloque dedicado a la atención temprana, profesionales como Noemí Dovale y Elena Benito explicaron el modelo que Amadiba impulsa para menores de 0 a 6 años. Subrayaron la prioridad de intervenir entre 0 y 3 años, una etapa clave que en muchos casos no recibe el apoyo que necesita. Al respecto, indicaron que no es necesario esperar a un diagnóstico formal: basta con identificar una necesidad o síntomas y activar recursos, como la psicología o la logopedia, para hacer un abordaje integral. «La familia no debe quedar al margen: es parte del tratamiento», explicaron. El cambio de paradigma al que aludieron pasa por dejar de entender a los terapeutas como los protagonistas exclusivos y empoderar a las familias como agentes que, en su día a día, disponen de herramientas efectivas para promover avances en un entorno seguro. Las rutinas cotidianas, las estrategias adaptadas a la casa y el entorno y la búsqueda de la máxima autonomía se plantearon como metas centrales. Amadiba ofrece, resaltaron, servicios gratuitos concertados con la administración y acompaña a las familias en los procesos de derivación y reclamación de apoyos. El primer bloque científico estuvo protagonizado por Alberto Santos y Alejandro Cardo, quienes abordaron el procesamiento sensorial en personas con TEA.
Ambos pusieron en contexto conductas que a menudo se interpretan como «disruptivas» e indicaron que muchas respuestas son intentos de autorregulación ante estímulos que el sistema nervioso percibe de forma distinta. Los ponentes explicaron que, además de los cinco sentidos clásicos, existen sistemas como el vestibular que influyen en la forma en que una persona organiza las sensaciones. Poner un ejemplo sobre el terreno hizo la charla más próxima: Alejandro habló de Marc, un alumno con alta sensibilidad al ruido que busca estimulación mediante el movimiento y que se beneficia de ayudas como chalecos de peso o rutas sensoriales que incluyen olores y ritmos conocidos. El objetivo final, explicó, es que la persona pueda encontrarse a gusto y relacionarse en el colegio y en otros entornos. Otro de los ejes del congreso fue la alimentación y su relación con las personas con TEA. Jaime Arrabal y Rocío Castañeda ofrecieron una aproximación multidisciplinar, destacando posibles alteraciones de la microbiota intestinal que pueden traducirse en malestar, estreñimiento o reflujo.
Problemas que, a su vez, afectan al estado anímico y a la conducta, indicaron. Los ponentes detallaron que la comunicación intestino-cerebro, a través del nervio vago y mediada por neurotransmisores y bacterias intestinales, es bidireccional y determinante en la regulación emocional. Entre las estrategias alimentarias mencionadas, Rocío destacó la dieta antiinflamatoria y las pautas de «real food» como las más utilizadas por familias, siempre bajo supervisión profesional.
También se expusieron otras fórmulas – dieta cetogénica, probióticos, prebióticos, suplementación con omega-3, exclusión de gluten en casos concretos –, con la recomendación de avanzar paso a paso y siempre con seguimiento nutricional. Amadiba cerró el congreso recordando que «nuestras puertas siempre están abiertas» y con un mensaje claro: que los niños y niñas estén en la escuela no basta; hay que garantizar que la escuela los haga visibles, protagonistas y felices.