El caso de un médico británico acusado de matar con morfina a quince de sus pacientes por el «placer» de controlar su existencia, ha causado consternación en el Reino Unido. El juicio, que comenzó el lunes y podría prolongarse durante tres meses, tiene como protagonista a Harold Shipman un respetable médico de cabecera de 53 años, de la localidad de Manchester y presunto autor de los crímenes.
Según el abogado Richard Henriques, de las declaraciones del acusado en el estrado se desprende que mataba a sus víctimas, todas mujeres y en general mayores de 65 años, por puro «placer», aunque en casos aislados tan atroz motivación se unió a la ambición por el dinero. Ninguna de las pacientes se encontraba en estado terminal como para practicarles la eutanasia, que era, al parecer, la excusa de Shipman para justificar su muerte.
En los cuerpos analizados, de quince mujeres fallecidas entre marzo de 1995 y el pasado 24 de junio, se ha descubierto que se les había inyectado dosis letales de morfina, después de haber sido sometidas a un tratamiento médico normal durante cierto tiempo. Según señala la prensa británica, ese período de preparación servía al supuesto culpable para regocijarse en el «drama de la muerte» de sus víctimas.