La playa vacía, restaurantes sin clientes, zonas de bosque quemados y todavía humeantes, y una quincena de vehículos calcinados a un lado del camino. Así se presentaba ayer por la mañana la bajada a Benirràs, un día después del incendio. Casi sin vehículos particulares y sin bañistas. Sólo los trabajadores, vecinos y periodistas sorteaban los accesos controlados por la Guardia Civil para llegar hasta la playa. Y desde ahí, la mirada puesta hacia el lado derecho de la montaña (en dirección al mar), porque si lo peor para los turistas había sido el primer día, con el fuego y la humareda rodeando la playa, las llamas crecían ayer con fuerza en la cima ubicada en dirección a Cala Xarraca.
Los propietarios de los restaurantes, con sus establecimientos casi vacíos, aún recordaban «los momentos de pánico» del pasado domingo. «Mirabas y no encontrabas salida por ningún sitio», destacó Juan Escandell, propietario del restaurante 2.000, y concejal de Obras de Sant Joan. «La gente se iba nadando, pillando los velomares que había en la playa y dejando bolsos y carteras», relató Escandell, que estuvo en la zona hasta las cuatro de la madrugada y que llegó a temer por su establecimiento. «Si inició el incendio, en cinco minutos cruzó de un lado a otro de la carretera y empezaron a reventar los coches. Parecía una traca, francamente era horroroso. Cuando explotaba un coche se veía una bola de fuego que explotaba de cada lado. Fue algo que de verlo a contarlo, hay mucha diferencia», agregó.
Con luz y sin agua
Después de cerrar su restaurante el domingo pasadas las cinco de la tarde, Escandell puso nuevamente en marcha el establecimiento casi a las 14,00 horas de ayer, una vez se conectó la luz en la zona. Sin embargo, para entonces, aún faltaba la reconexión del agua. «Tenemos el restaurante abierto pero no es un día de nornalidad, además, con los controles que hay, no dejan pasar a nadie», indicó el propietario que, como vecino de la zona, recordó haber visto en la isla «incendios grandes, hace catorce o quince años». «Hubo un incendio que empezó en la parte de Portinatx y vino hasta aquí. Pero este es uno de los peores que he conocido, y tengo 65 años», agregó.
Kiko Malcarne, propietario de otro de los restaurantes de la playa, Deseo, explicó que cerró el establecimiento a las cinco y media de la tarde del domingo, cuando se declaró el incendio. «Tuve que cerrarlo porque los clientes no se daban cuenta del peligro que corrían. Estaban todos comiendo muy tranquilos y hasta que no cerré, no vieron que la cosa se había puesto peligrosa», explicó.
En cuanto a los días de trabajo que puede perder debido al incidente, este propietario aseguró que «no pasa nada». Lo importante es que la playa está bien y que se vaya recuperando lo más pronto posible. Hace diez años que vivo en la isla y nunca había visto algo así, es muy fuerte. Pero lo que me gustó mucho que todos los barcos vinieron a salvar a la gente», remarcó.
Las hamacas desplegadas sobre la arena y las sombrillas cerradas sin clientes a quiénes dar sombra volvieron a ocupar ayer sus puestos en la playa, donde el domingo se había improvisado un aparcamiento para evitar que más vehículos ardieran con el fuego. A primera hora de la tarde, en el camino de regreso de la playa, donde un día antes había coches de particulares que llegaron dispuestos a vivir la fiesta de los tambores, se apostaban los vehículos del Ibanat, UME y Guardia Civil. En la carretera se cruzaban las mangueras que nacían en una toma de agua y se perdían bosque. Y en el cielo, dos hidroaviones intentaban calmar varios focos de fuego que con enormes columnas de humo se mostraban fuera de control.
Los desalojados, entre hoteles y casas de amigos
Los desalojados el domingo de unas veinte viviendas de la zona y de un centro de yoga de Benirràs fueron realojados en hoteles de Sant Miquel y Portinatx por el Ayuntamiento de Sant Joan y por el Consell d'Eivissa. Algunos de ellos aguardaban ayer noticias de las instituciones ya que sabían que podían dormir anoche en los establecimientos pero, hasta ayer a la mañana, tenían la incertidumbre de si hoy podrían ampliar su estancia en caso de no poder regresar a sus casas. Así lo explicó Rikta, profesora de yoga del centro, que fue realojada con diez alumnos que llegaron de distintas partes del mundo por una semana para hospedarse y tomar clases en este centro ubicado en Benirràs. «Llegamos al hotel a la una de la madrugada y hoy tenemos 24 horas que podemos relajarnos. Pero no sabemos qué va a pasar mañana (hoy)», destacó Ritka, que indicó que el incendio se declaró justo delante del centro de yoga, desde donde se han tenido que repartir casi una treintena de personas en diferentes hoteles. Al cierre de esta edición, ya sumaban 26 las viviendas desalojadas además del centro, cuyos habitantes se realojaron en casas de amigos, según el Consell.
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