Su nombre de guerra es «Troll», tiene 35 años y más de un decena de detenciones a sus espaldas. Es Ismael A.V., el cerebro del mayor robo de joyas en la historia de España, nada más y nada menos que 23 millones de euros en relojes que le permitieron salir del barrio de Villaverde para darse la vida padre en Eivissa.
Junto a él han caído otros dieciséis implicados -once de ellos de nacionalidad china- en el robo en Madrid en diciembre pasado de 1.700 relojes de prestigiosas marcas suizas valorados en 23 millones de euros. El más barato cuesta 2.000 euros y el más caro la friolera de 270.000.
La venta de todo el botín les hubiera reportado unos beneficios de 7 millones, toda vez que el precio en el mercado negro cae hasta el 30 por ciento del valor real.
De violento alunicero a delincuente frío y calculador, como ha subrayado el jefe Superior de Policía de Madrid, Alfonso Fernández Díez, «el Troll» consiguió dar un gran salto en su carrera delictiva e ideó el mayor robo de joyas de la historia de España, según ha explicado también en rueda de prensa el director general de la Policía, Ignacio Cosidó.
Así, pasó de asaltar establecimientos comerciales de la denominada «milla de oro» de Madrid con el violento método de estampar un coche de gran potencia contra las lunas de los escaparates, a diseñar -previsiblemente durante una de sus estancias en la cárcel- la entrada al santuario de una empresa de alta relojería del barrio de Ciudad Lineal.
Con «total limpieza y la mejor de las artes», según Fernández Díez, la banda entró a plena luz del día con las más sofisticadas herramientas -lanza térmica y oxicorte- y accedió a la cámara acorazada, dotada de modernos sistemas de seguridad, para apropiarse de los relojes.
Y lo hicieron sin dejar rastro, porque se preocuparon de que los vigilantes no les detectaran, a pesar de permanecer en el interior cuatro horas, y de llevarse las grabaciones de las cámaras de seguridad.
Además, sabían la combinación de la caja fuerte. Precisamente, este es uno de los flecos de la investigación que queda pendiente de resolver, puesto que no se ha podido averiguar cómo la consiguieron y quién la pudo facilitar, si bien la Policía descarta que sea alguien de la empresa asaltada.
Creen los investigadores que el propio «Troll» participó en el robo, así como su hermano, pero la acción no acabó en Ciudad Lineal y su ideólogo ya había contactado con otros dos grupos delictivos: uno de intermediarios integrado por españoles y otro de receptadores.
Este último estaba integrado por ciudadanos chinos con comercios en Madrid para dar una apariencia de legalidad y encargados de receptar los relojes -comprar objetos robados- y darles salida en su país.
De hecho, la Policía logró interceptar este verano en el aeropuerto de Barajas varias piezas que ciudadanos chinos ocultaban en sus maletas entre la ropa, entre ellas uno de los relojes valorados en 270.000 euros.
La vigilancia a los chinos permitió detener en Shangai a varios de los miembros de la red, gracias a la colaboración de Interpol.
Mientras tanto, el grupo de españoles aprovechó el verano para disfrutar de unas vacaciones a todo lujo en urbanizaciones de «alto standing» de las costas ibicenca y marroquí.
El «Troll» y sus compinches alquilaron todo tipo de embarcaciones de recreo y se hicieron pasar por personas de alto poder adquisitivo.
Tampoco los chinos se privaban de nada e, incluso, uno de los receptadores se compró un Porsche valorado en 100.000 euros.
Una vez identificados y localizados los españoles, la Policía procedió a su arresto, así como a otros miembros de la red, y pudo recuperar más de 130 relojes, así como hachís, 75.000 euros en efectivo, armas de fuego, las herramientas que usaron y aparatos electrónicos.
Hasta ahora la operación policial, que permanece abierta, ha permitido recuperar 321 relojes valorados en 4 millones de euros.
En suma, uno de los golpes al sector joyero mejor planificado y ejecutado. Pero no hay crimen perfecto y el «Troll», que ha «trabajado» en alguna ocasión con otro famoso delincuente, «el Niño Sáez», ya está otra vez entre rejas.