A Anikó Pusztai, el interés por la música y la enseñanza le vienen casi como una herencia familiar. «Mi abuelo tuvo buen oído musical y tocó muchos instrumentos tradicionales de Hungría; y mis padres fueron pedagogos y maestros, por lo que me crié en un ambiente musical y educativo». Por eso, desde que apenas tenía 12 años tenía claro que quería estudiar la carrera de música y con tan sólo 14 empezó a ir al conservatorio en su Hungría natal. Sin embargo, ya desde joven quería salir de su país y ver mundo. «Mi sueño era vivir en el mar, con un clima más cálido».
Esta fue una de las razones que le terminaron guiando a España, aunque anteriormente realizó un postgrado en Francia y trabajó cinco semanas en el Dorchester Theatre, con una orquesta húngara donde conoció a su entonces pareja y por quien se trasladó a vivir a Barcelona con 22 años. Allí se quedó durante los siguientes 9 años, en los que trabajó y se integró en una ciudad que le cautivó desde el principio. «Me encantó, me gustó mucho la experiencia personal y musical que viví allí y además tuve mucha suerte porque en sólo seis meses ya me salió trabajo de profesora».
Un oficio que compaginaba con la orquesta joven de la Academia de Liceu, que le abrió muchas puertas para dedicarse a la música de manera profesional, tanto dando clases como conciertos de música de cámara.
El destino, sin embargo, la llevaría hasta Eivissa para hacer un curso de perfeccionamiento. «Así pasé yendo y viniendo tres años. Se trataba de los primeros cursos de verano que hicieron aquí en la escuela y gracias a Toni Pons puedo decir que me quedé». Remarca este dato ya que cuando quedó una plaza vacante Pons le insistió para que viniera y aceptara el trabajo. «De broma dije que vendría pero él me insistió y al final dije que sí pensando que si no me gustaba siempre podría volver». Además, en ese momento, Aniko necesitaba un cambio y tranquilidad en su vida, un respiro de la gran ciudad para poder crear su propia familia, y lo encontró en nuestra isla.
Desde que aterrizó en Eivissa ha ejercido como profesora en la escuela Can Blau de Sant Agustí, impartiendo flauta travesera y lenguaje musical. También dirige la Banda Juvenil, colabora con la Orquesta Sinfónica de Eivissa y tiene pequeños grupos de cámara con compañeros, entre los que se encuentra su pareja, y músico de jazz, Santi Pérez. Y aunque reconoce que en ocasiones necesita irse a la ciudad para escuchar conciertos o asistir a obras de teatro, Eivissa, a pesar de su tamaño, es el lugar idóneo para encontrar la paz para trabajar. «Yo nunca me he sentido tan a gusto y tranquila tocando en otro ambiente como aquí».
Una nueva etapa
Esto, unido al hecho de haber sido madre hace dos años, le ha llevado a iniciar recientemente un proyecto que venía barruntando desde hacía tiempo, dirigido a bebés y padres. «Está basado en el método con el que yo me formé, de Zoltán Kodály, que fue un compositor húngaro muy célebre que se preocupó por la educación infantil, a una edad temprana». Justamente como su proyecto, Baby Music, que está enfocado en la estimulación musical y corporal de los bebés a los que ayuda a desarrollar el sistema psicomotriz, la sensibilidad, la inteligencia y el interés hacia la música. «Se trata de clases de iniciación a la música en las que doy a los padres de niños, entre 6 meses y 3 años, una guía para que puedan practicar ejercicios en casa».
Exactamente como ella ha hecho con su hijo desde que nació y que fue su inspiración para llevar a cabo este proyecto al ver la buena respuesta que tenía el bebé ante los estímulos musicales. «Le cantaba cada noche, jugaba con el ritmo, le recitaba cuentos y rimas... y todo eso le ayudó a calmarse. En seguida vi que desarrollaba oído musical y ahora con sólo dos años lleva el ritmo impresionantemente bien e incluso distingue los instrumentos».
El Baby Music, que ha comenzado hace poco tiempo, está teniendo muy buena acogida por lo que espera poder trasladar estas clases en un futuro a Can Blau, en Sant Agustí.