Cuando te adentras en Queriendo-Te, el tiempo se detiene. Suena a tópico el decir que te trasladas a otra época, pero esta tetería bien te evoca los cafés parisinos o los establecimientos londinenses de finales del siglo XIX, con la diferencia de que estamos en 2016 y que la tienda de la que hablamos está¡ en el corazón de Eivissa; en un barrio donde su propietario ha nacido, se ha criado y que tanto ha visto cambiar con los años.
«Llevo en este local desde que nací, porque mis padres lo cogieron hace exactamente 48 años», esa es precisamente la edad del protagonista de esta edición, Félix Martínez Torres, un ibicenco que reconoce «haber crecido detrás del mostrador».
«De pequeños jugábamos a tiendecitas, es algo que he mamado desde siempre». Ha visto la evolución, no sólo del entorno, sino también del negocio, que comenzó siendo un taller de bellas artes, una tienda de comestibles, caramelos y ahora de té. «La vida se compone de etapas y aunque la tienda de caramelos fue maravillosa, después de 30 años, necesitaba un cambio».
Llevaba ya tiempo con la idea de convertirla en una tetería y, con el nombre ya escogido, se puso a viajar buscando proveedores, catando tés y adquiriendo nuevas piezas para una tienda que abrió hace ya cinco años. «Yo echaba de menos en Eivissa una tienda de té de calidad y decidí crear mi propio mundo para un determinado tipo de público».
Aunque este nuevo proyecto va dirigido a otro tipo de cliente, Félix continúa manteniendo a los de toda la vida y, por eso, tiene una parte reservada para su antigua clientela de personas mayores que aún siguen comprando
sus caramelos de siempre. Apesar de que mantiene parte del mobiliario, como los mostradores o estanterías, el resto está impregnado de un nuevo concepto, que él mismo define entre risas como «toque entre british y provenzal», que ya no va tan enfocado a la algarabía de los niños sino a la tranquilidad de quien ansía un momento de paz. «He creado una burbuja para un determinado público que le guste el té y desee relajarse. Soy ese pequeño rinconcito en el que, si puedo darte ese momento de alegría te lo doy».
Por eso, matiza que éste no es un negocio para venir con prisas y disparado, porque lo que aquí se oferta es una experiencia completa, en la que no sólo se disfruta del té sino también del entorno en el que se encuentra. «Mimamos el té y al cliente, y se dedica tiempo, es un concepto de negocio fuera de lo normal en Eivissa».
Aunque ya cuenta con una fiel clientela, no sólo entre los residentes, sino también entre turistas: «Tengo la gran suerte de tener turistas extranjeros que vienen incluso todos los días que están en la isla de vacaciones. Se encuentran muy a gusto y a mí me encanta que me transmitan sus comentarios y sensaciones, son con esas cosas bonitas con las que te quedas». Sin embargo, subraya que, comenzar un negocio después de tantos años dedicado a otro, no es fácil; pero tenía muy claro que le iba a salir bien, «miro siempre de ser positivo y de que las cosas que haga sean con cariño». Todos estos son los componentes de su fórmula de éxito, la dedicación y la coherencia en el servicio que ofrece donde es tan importante «el tener un producto de calidad, como el servirlo con agua buena y en una vajilla que vaya en consonancia».
Apunta que es complicado acostumbrar a la gente de la isla al té, por eso, desde el principio contó con aquellos
jóvenes que han estudiado fuera y se han habituado a tomarlo. En su caso, señala que desde siempre le ha gustado y que en su casa se ha bebido mucho, de hecho, hace sus propias mezclas con hierbas ibicencas que escoge y mima cada vez que prepara una tetera.
«Me gusta porque la gente repite, es bonito verlos disfrutar tomándose su tetera y me da una gran satisfacción.
Hay buen ambiente entre los clientes y yo, y eso es básico. Es un negocio, no para hacerte rico, pero si para dedicarte a lo que te gusta, que es lo más importante», concluye.