Físico y matemático, estudioso de microbiología, biología, zoología, psicología y numerosas disciplinas. Es autor de cerca de una decena de libros sobre el funcionamiento del cerebro y el comportamiento humano y otros tantos que hablan de Filosofía. Philippe Panchout nació en París hace 69 años y llegó a Ibiza hace más de doce, después de haber viajado y vivido en multitud de países. Aquí encontró la paz y tranquilidad necesarias para dedicarse a sus investigaciones sobre etología y publicar sus obras. Paralelamente continúa con su pequeño espacio en Las Dalias donde desvela el pasado, presente y futuro de las personas que le visitan.
—¿Ha escrito todos sus libros en Ibiza?
—Sí, los 9 de neuroetología, sí. Muchos de los de filosofía los escribí antes. Tengo mucho tiempo libre, me apasiona el estudio y soy un maniático de la investigación y de tratar de saber.
—¿Por qué eligió Ibiza?
—Porque Ibiza es un paraíso para cualquier escritor. ¿Sabías que Julio Verne estuvo en Ibiza y en Formentera donde escribió varios libros sobre islas?
—¿Por qué es un paraíso?
—Aquí la gente es extremadamente agradable y generosa. Tengo muchos amigos y hay muy buena onda. Además, el paisaje es hermoso.
—¿Tiene algún rincón para pensar en la isla?
—Me gusta mucho pasear a pie y en bicicleta, pero más en invierno. Muchas veces, cuando tengo que resolver un problema, tengo que caminar. Si es algo extremadamente profundo, lo hago por el mar, pero si me quiero encontrar a mi mismo, camino por el bosque. Y aquí en es Canar tengo la suerte de tenerlo todo muy cerca. En cuanto a las playas, me gusta mucho la de es Canár y también Cala Nova. Pero nunca voy a playas muy concurridas.
—Tiene una amplia formación académica, pero nunca ejerció. ¿Cuál es el motivo?
—No ejercí porque preferí la investigación y su publicación de modo particular. Me apasiona el funcionamiento del cerebro.
—¿De dónde le viene esa inquietud?
—Recuerdo una anécdota que me marcó. Sucedió cuando era joven y vivía en París. Estaba en un bar cuando vi a un perro que cruzó una avenida muy transitada y lo hizo sin mirar a los coches. Sorprendentemente no le pasó nada. Después entró en el bar en el que yo estaba y allí le tenían preparado un plato con comida. Luego su dueño le empezó a acariciar y el perro volvió a salir a la calle.
Le pregunté al dueño por el comportamiento del perro y me explicó que no era su perro, que iba por allí porque todo el mundo le quería. Me contó que cuando el perro era joven iba al semáforo y conocía el cambio de colores. Sabía cuando tenía que cruzar y además miraba por si venían coches o no. Este hombre me dijo que ahora de viejo, al perro ya no le importaba nada y como todo el mundo le conocía y sabía que cruzaba a la misma hora, la gente paraba y le cuidaba.
Entonces pensé que el perro cuando era joven, no solamente había aprendido a cruzar sin peligro, sino que cuando se hizo viejo dejó todo lo que había aprendido y no le importó más. Eso es inteligencia: analizó una situación, sacó una conclusión en función de lo que pensaba y actuó. Yo pensaba que los animales no eran inteligentes y empecé a reflexionar y a estudiar sobre todo etología: el estudio de los comportamientos humano y animales.
Ahí fue cuando me pregunté cuáles eran los mecanismos que llevaban a pintar la Gioconda o realizar arte, empecé a investigar y como tuve la suerte de que había estudiado física y matemáticas, emplee mi mente racional a la neurología para poder avanzar en mis trabajos.
—¿Cuál es el método que utiliza en sus investigaciones?
—El empirismo dialéctico.
—¿Cómo llega a Las Dalias?
—Una amiga me presentó a Juanito, una persona muy amable, muy gentil. También su papá que falleció hace muy poco. Y el resto de la familia también.
—¿Cómo es eso de que una persona que ha estudiado tanta ciencia y conoce el método científico crea en la lectura de manos y del futuro?
—Contrariamente a lo que la gente común piensa, Albert Einstein se interesaba mucho por la evidencia. Casualmente he leído lo que escribió, sobre todo sus cartas en las que habla de la persistencia del alma, de la evidencia y piensa que sí es posible. La física teórica permite probar que sí que es posible la evidencia, ver el futuro y ver el pasado. Freud también estaba de acuerdo.
—¿Cuándo empezó?
—Cuando era joven, con 20 años quizás. Entonces sentía cosas de mis amigos y las decía como diversión. Me concentraba sobre las manos. Lo que importa no son las líneas, sino lo que uno siente cuando está en comunicación con una persona. El cerebro funciona en base a corrientes de energía y eso es fácil de probar.
—Quizás la energía se pueda sentir en base al presente, quizás por las huellas que deja el pasado, pero ¿cómo explica lo del futuro?
—No te puedo explicar por qué. El razonamiento que más me gusta es el de Einstein, dice que el tiempo es una dimensión y ahí uno se puede mover. Simplemente hay que encontrar el medio. Nosotros tenemos uno extraordinario que es nuestro cerebro.
—¿Qué es lo que le interesa a la gente?
—El dinero y el amor. A partes iguales. Hay gente que solo viene por trabajo y otros solo por amor. Pero yo hablo de los dos. A veces la gente piensa que está todo bien y no lo está.
También la salud, claro. Cuando es por la salud y detecto algo les envío directamente al hospital. Gracias a eso, algunos médicos han venido a verme después. No entendían cómo pude percibir cánceres que no producen sintomatología.
—¿Existe algún momento que le haya marcado especialmente cuando ha leído las manos de la gente?
—Hace muchos años, en Buenos Aires, percibí que un hombre estaba muy mal, lo había perdido todo (mujer, hijos, propiedades, etc.) y temí por si acababa con su vida. No tenía medios pero le dije que en un año su situación mejoraría. Que tendría pareja y dinero. Tardó dos o tres años en aparecer. Pero cuando vino a verme había heredado un dinero y vino muy bien acompañado de una joven. Me hizo un bonito regalo que me trajo suerte. Recuerdo aquella historia con especial cariño.