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Craig Lesson: «Ocho millones de toneladas de plástico acaban cada año en nuestros mares»

Lesson (izquierda) charla animadamente con Xavier Benlloch, director del Festival Internacional de Cine de Ibiza y promotor de la proyección del documental en Ibiza.

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Les advertimos que esta entrevista no es apta para personas aprensivas. Pero es que tampoco lo es el documental A plastic ocean que ha rodado el periodista australiano Craig Lesson y que el martes por la noche se estrenó en Ibiza en el marco del Oceana Ibiza Festival gracias a la colaboración de Oceanic Global Foundation y el Festival Internacional de Cine de Ibiza.

Se trata de un film que tardó en hacerse cuatro años y que recorre más de veinte lugares distintos del mundo para reflejar el impacto tan terrible que ejerce el plástico sobre el medio ambiente en general y los mares y los oceános y todos los animales que los habitan. De hecho, hay que tomar medidas urgentemente porque según explicó su director ayer a PERIODICO de IBIZA Y FORMENTERA «se estima que para el 2050 habrá más plásticos que peces en los oceános ya que cada año el ser humano tira más de ocho toneladas de este material al mar y actualmente por cada kilómetro cuadrado hay aproximadamente 74.000 fragmentos de plástico».

Unos datos escalofriantes que no son los únicos. De hecho, tras ver el documental – disponible en Netflix, Amazon, iTunes y www.plasticoceans.org/film – y tras la charla que mantenemos con Craig Lesson en compañía del director del Festival Internacional de Ibiza, Xavier Benlloch, salimos del Hotel Nobu con la sensación de que haremos todo lo posible para que el plástico no vuelva a ser imprescindible en nuestra vida.

—¿Cómo un reportero australiano con su experiencia acaba haciendo un documental tan impresionante como A plastic ocean?
—Porque hubo un momento que el cuerpo me pedía hacer algo completamente diferente. Después de más de treinta años como reportero de televisión en lugares tan diferentes como Filipinas, donde estuve cubriendo todo lo que hacía el autodenominado Estado Islámico, o en Corea del Sur, donde seguí sus elecciones presidenciales, necesitaba dar un giro a mi vida.

—Menudo giro. De hablar del ISIS a concienciar sobre la situación de nuestros mares y oceános...
—Es cierto. Y sobre todo de hacer una noticia de dos minutos en un sitio concreto para una cadena de televisión a rodar durante cuatro años una película viajando por prácticamente todo el mundo. Pasé de entrevistar a una persona o dos cada día a tener un guión establecido y hablar con decenas de personas, todos ellos muy distintos.

—¿Por qué decidió centrarse en los oceános?
—Porque nací en Tasmania, Australia, como el actor Errol Flynn, y me críe rodeado de mar. Casi podría decir que aprendí a nadar antes que andar y para mi el mar siempre fue un gran amigo y un gran desconocido. Por eso, cuando me plantee hacer un documental pensé que le debía algo.

—Lo cierto es que ha conseguido concienciar a mucha gente gracias a su trabajo.
—Sí, pero aún queda mucha trabajo por hacer. Pero no le voy a negar que es muy bonito recibir diariamente más de cien correos electrónicos felicitándote por tu labor y saber que, incluso, ha habido algunos divorcios porque uno de los conyuges no quería seguir usando plásticos tras ver el documental (risas).

—¿Cuál es la situación actual de los océanos?
—Crítica. Casi al borde del colapso. Podríamos decir que está ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos.

—¿Tan mala es?
—Sin duda. Tenga en cuenta que en 1960 la producción mundial de plásticos era de ocho millones de toneladas y ahora, en el 2017, hemos alcanzado los 300 millones anuales. Y de ellas, unas ocho acaban en los mares y en los oceános cada año.

—Si que asusta si...
—Y aún hay más. La mayoría de estos plásticos son los que se llaman de un sólo uso es decir los de pequeño tamaño como las pajitas o los tapones y esos al final son los que más daños hacen a los animales que las ven y las ingieren pensando que son comida. Se está produciendo un cambio sin precedentes en la cadena alimenticia que no sólo afecta a estos animales sino también al ser humano.

—¿Tanto tiempo tardan estos plásticos en desaparecer?
—Muchos no lo hacen nunca. Los plásticos con el sol y el agua del mar no desaparecen sino que se degradan y se parten en pequeñas piezas que al final son las más peligrosas. Además son un producto químico ideal para que se les adhieran otras sustancias igual de dañinas como los metales pesados o los insecticidas.

—Y todo eso se convierte en una trampa mortal para los animales que viven en los mares.
—Por supuesto. Según van ingeriendo los plásticos éstos se quedan adheridos a sus tejidos grasos y a sus toxinas provocándoles una muerte segura. Además, cuando el humano consume animales que tienen en su interior plástico también se ven afectados. No nos podemos quedar al margen por muchos aspectos.

—El tema de que los plásticos afecten a los humanos parece que es algo que desgraciadamente no se tiene mucho en cuenta.
—Es cierto y es muy grave. Tenga en cuenta que el plástico está en todos los lados y eso ha hecho que, según un estudio, el 95% de los ciudadanos norteamericanos tenga ya plástico en su cuerpo. Y lo que es peor, los niños y los jóvenes tienen ya el doble de cantidad que los adultos porque aunque son más jóvenes han estado más expuestos.

—Por no hablar de las enfermedades que provocan.
—Claro. Está comprobado su relación directa con el cáncer de próstata, algún tipo de diabetes e, incluso, enfermedades que tienen que ver con las hormonas, ya que algunas de estas sustancias está demostrado que son capaces de alterar ciertas hormonas engañanado a nuestro propio cuerpo.

—Como sigamos con este ritmo, ¿qué especies animales hay en peligro de extinción aparte de los humanos?
—Fundamentalmente aves marinas, tortugas y ballenas. En el caso de las primeras en Sidney nos dimos cuenta que muchos polluelos mueren casi de inmediato cuando sus madres confunden plásticos con comida y se la dan para que la ingieran. Se les hace un tapón y como no pueden tragar acaban muriéndose de hambre. Mientras, las tortugas también corren peligro porque confunden los plásticos con medusas, su principal alimento. Desgraciadamente se les hace tal bola en el estómago que acaban enfermando sin querer comer nada. Y por último, en el caso de las ballenas también hemos descubierto que, cuando se alimentan y sueltan el agua de esa forma tan característica, entre el alimento que cogen con sus bocas también se les cuela una importante cantidad de plástico que acaba produciéndoles la muerte.

—Después de recorrer todo el mundo rodando el documental, ¿han encontrado alguna zona peor que otra?
—Hay muchas. Hong Kong es una de ellas porque tiene playas que se limpian diariamente y que siguen apareciendo repletas de plástico. Pero también hay islas, que hace años eran paradisiacas y ahora están cubiertas hasta arriba. Es difícil decir un sitio en concreto porque los mares están vivos, están en constante movimiento, y eso hace que los plásticos se muevan rápidamente de un lugar a otro.

—¿Y la Antártida? ¿También se ha visto afectada?
—También. En su zona sur, como se puede ver en nuestro documental, hay lugares a cientos de metros de profundidad donde hay toneladas de plásticos. Y aquí lo malo es que no entra el sol y eso perjudica su degradación.

—¿Ha tenido tiempo para saber como está la situación en Ibiza?
—Desgraciadamente esta isla maravillosa está en el Mar Mediterráneo, el mayor basurero de los últimos dos mil años. De hecho muy cerca de aquí hemos hecho pruebas a delfines y calderones y hemos descubierto que tienen un alto grado de toxicidad.

—Pero aquí, con todo el turismo que hay, ¿por dónde pasa la solución?
—Creo que todo pasa por concienciar a los restaurantes y hoteles de que se consuma sólo el plástico que sea estrictamente necesario. Y por supuesto por concienciar a los turistas de que aunque no vivan aquí todo el año la playa también es suya y no se puede usar como un basurero.

—Lo de vivir sin plásticos parece realmente complicado.
—¿Por? Creo que se puede conseguir o al menos hacer el esfuerzo. Por ejemplo, yo cuando voy a un hotel siempre pido el agua en jarra o botella de cristal y nunca en plástico. Y si me traen una camisa planchada no quiero la funda de plástico que la envuelve.

—¿Entonces la solución pasa por medidas como esas?
—(risas). Desgraciadamente no es todo tan sencillo. Hay varios motivos para la esperanza aunque algunos no los comparta del todo. Una pasa por presionar a los gobiernos para que los plásticos estén incluídos entre el listado de los materiales peligrosos y así sean manipulados y tratados como tales. Además, creo que sería positivo que se hiciera responsable a todos los productores de plástico de todo lo que conlleva su fabricación y carguen con los problemas que generan. La tercera solución debería pasar por concienciar a los ciudadanos de que no se necesita el plástico para todo y que se puede llevar la compra en una caja de cartón o en una bolsa de papel. Y finalmente, y no menos importante es la idea que han puesto en marcha algunos países de hacer negocio con el reciclado. Por ejemplo, en Alemania te dan 25 céntimos por cada botella que entregues consiguiendo crear una cultura de reciclaje que hace que, además de ganar dinero, se pueda reutilizar todo, sin fabricar ni comprar nuevos plásticos.

 

Hoy gran fiesta en Atzaró

Esta tarde a partir de las 16.30 horas se celebra el Ocean Ibiza Festival con una gran fiesta con música, cine, arte, conferencias, experiencias tecnológicas, actividades infantiles o espectáculos callejeros en el agroturismo Atzaró. La fundación Oceanic Global, fundada en 2016 por Lea d'Auriol y Luis Navia, reunirá a músicos como el dj Solomun, Blond:Ish, Valentín Huedo, artistas como Álvaro Soler Arpa, Jorges P. Bruges, Roseline de Thelin, Marc Osmo, Joe Crossley o estudiantes de la Parson Shcool of Design de Nueva York, el actor, cofundador de Lonely Whale Foundation y embajador de UN Environment Goodwill Adrian Grenier, el fotógrafo Manu San Félix o el fundador de Plastic Bank David Katz.

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