«Las ocas son como los perros, muy guardianas. Si sacan la lengua hay que tener cuidado porque eso significa que te van a atacar». Es uno de los primeros consejos que recibimos nada más llegar a una finca de Puig d'en Valls convertida en un auténtico zoo donde conviven alrededor de 80 animales entre ocas, cerdos vietnamitas, perros, caballos o tortugas.
El propietario de este ‘arca de Noé' payesa es Luciano García Corral, un cántabro jubilado de 77 años que nació en un caserío cerca de Reinosa donde se crió desde pequeño entre vacas y ovejas. Encargado en Ibiza de la empresa eléctrica Elecnor, fue uno de los responsables de poner la luz en buena parte de la isla. «Hice la línea que fue desde Sant Rafel hasta el port de Sant Miquel para dar luz a todos los hoteles de la zona», explica. Fruto de este esfuerzo, hace treinta años vio cumplido su sueño y se pudo comprar un terreno que, con el tiempo, ha llenado de toda clase de animales.
Cada uno de ellos tiene su propia historia. Algunas tristes, como las de Marco Antonio y Oroy, unos caballos que cuando Luciano adoptó estaban abandonados y presentaban un aspecto famélico. Pero también otras divertidas. Como la de Chicle, una burra que le regaló su abogada pero que, en el momento de llevársela, no había manera de que entrara en el remolque. «Al final tuve que traérmela hasta aquí andando por el monte con mi nieta Valentina», explica.
Valentina está a punto de cumplir quince años y es el ojito derecho de su abuelo, a quien ayuda a la laboriosa faena de dar de comer dos veces al día a los animales. Con solo unos meses de vida montó su primer caballo y a los tres años de edad empezó a dar sus primeras clases de equitación. Acompañada de su yegua Chanel, ahora salta obstáculos de hasta 1,40 metros de altura. «Cuando era pequeña la llevaba a cazar y corría más que los podencos», explica divertido Luciano.
Aunque el caballo Comanche es el preferido de Valentina, el animal más popular entre los niños es la cerda Pepa. «Cuando la trajimos de pequeña no había quien la tocara. Ahora que tiene un año y medio le encanta que le rasques», señala Valentina. «Le voy a traer un macho que a la pobre le hace falta», añade el cántabro. Pepa está ahora apartada del resto de los animales porque temen que los caballos le den una patada. Sin embargo, el pavo real, cuyos huevos, por cierto, tienen una yema gigante, las ocas o las gallinas conviven en aparente armonía con los caballos, el burro o los ponis. Los pájaros de menor tamaño como cacatúas, tórtolas, diamantes, periquitos o codornices permanecen en una enorme jaula y, al lado, en una de menor tamaño, hurones, cobayas y hámsters, que Valentina coge sin miedo a que le muerdan alentada por su abuelo.
Criador de podencos ibicencos, Luciano ha llegado a tener hasta 14 perros de esta raza, de los que ahora solo tiene tres que son la joya de la corona de la casa. A las cabras y las ovejas las adoptó de pequeñas y las ha criado con biberón. «Empezamos con dos o tres y ahora se han multiplicado».
En este zoológico en miniatura también hay espacio para los animales acuáticos. En un pequeño estanque viven tres tortugas que, en alguna ocasión, se han escapado de la casa. Valentina muestra uno de los ejemplares y explica que la diferencia entre sexos es que las uñas de los machos son más largas que las de las hembras y tienen el caparazón más hundido por debajo.
Tanto las gallinas, de tamaño XXL, como el resto de animales están muy bien alimentados. Mantener a tantos animales cuesta mucho dinero, hasta el punto que Luciano se gasta su pensión en dar de comer a los animales pero parece no importarle. «No se va ni de vacaciones, se tiene que ir forzado». Lo dice su nuera Vito, que también vive junto a su marido y su hija Valentina en la finca pese a que padece aversión a las plumas de los animales. «Si mi madre me viera vivir en este entorno no se lo creería», comenta teniendo en cuenta que convive con una treintena de aves.
Lejos de parar, Luciano piensa ya cuál será el próximo inquilino de la finca. A Valentina le encantaría tener una cebra aunque él se ha quedado con las ganas de hacerse con un mono. «Hace años viajé a Barcelona para comprar uno pero no me lo vendieron», explica.
En cualquier caso, su sueño se ha cumplido pero ahora ya piensa en cuál será su futuro. De momento, Valentina tiene todos los puntos para ser su sucesora al frente de este particular reino de los animales. Vocación no le falta. «Como física nuclear no la veo», bromea su madre.
EL APUNTE
Un ‘minizoo' catalogado por el Govern
Las diferentes especies que conviven en la finca de Luciano García están catalogadas como Núcleo Zoológico, una consideración que se realiza para tener un control sobre las colecciones privadas de animales domésticos que no son de producción.
Con el objetivo de prevenir los riesgos sanitarios que podrían comportar estos ‘minizoos', un veterinario del Consell acude periódicamente a supervisar que los animales están en buen estado y que la finca cumple las condiciones sanitarias establecidas. Para obtener el alta como Núcleo Zoológico es imprescindible la inscripción a un registro que existe a nivel balear.